Roger Gerckee, Lali miró al matón de su infancia. Estaba
apoyado contra una columna del mirador, con un whisky en una mano y un cigarro
en la otra, tratando de darse un ridículo aire de bohemio.
—Hola, Roger —lo saludó resignada. Luego avanzó hacia la
salida, pero Gerckee le bloqueó el paso.
—Así que eres tú de verdad —dijo él con voz algo ebria—.
Cuando le pregunté a George Moody quién era esa mujer tan guapa y me dijo que
era Mariana Esposito, no podía creérmelo.
—Pues ya ves —Lali se mordió la lengua.
—Así que pensé que debía venir a echar un vistazo de
cerca — prosiguió Roger—. Y aquí estamos, los dos juntos.
—¿No venías con una mujer? —preguntó Lali, rezando porque
la cita de Roger apareciese.
—Pero eso no significa que no pueda saludar a una vieja
amiga, ¿verdad? Podríamos sentarnos un rato y... charlar —añadió mientras
deslizaba la mirada hacia los pechos de Lali.
Esta sintió ganas de darle una lección, por insolente.
Dado que ella era cinturón negro, no le costaría nada dejar a Roger tumbado;
pero luego recordó que, durante su formación como karateka, le habían enseñado
a perdonar. Y, a fin de cuentas, por muy pesado que Roger fuese, también era
inofensivo.
—Tengo que irme —se limitó a decir Lali—. Le prometí un
baile a Ralph Winters.
Intentó sortearlo, pero Roger la agarró por un brazo.
—Ralph puede esperar. Baila conmigo.
—No —se negó Lali. Roger siguió sujetándola. Con-un
simple giro lo tiraría al suelo, pensó ella; aunque, en el último momento, decidió
darle una última oportunidad—. Suéltame, ahora.
—Ya has oído a la dama, Gerckee —irrumpió de pronto Peter,
lanzando una mirada basilisca a Roger—. Suéltala. Ya.
—Hola, Peter —dijo Gerckee mientras liberaba a Lali—.
¿Qué pasa? Sólo estábamos hablando.
—Tu chica te estaba buscando —Peter se acercó sin quitar
la vista de Roger—. Creo que quería despedirse de ti. Se estaba poniendo el
abrigo, aunque igual la alcances antes de que se vaya.
—Sí... será mejor que me apure —aceptó Roger—. Adiós, Peter.
Ya nos veremos, Lali..
—No, si yo te veo primero —murmuró ésta mientras él se
marchaba. Todavía no sabía si sentirse aliviada o decepcionada por la irrupción
de Peter. La idea de zurrar a Roger personalmente le producía cierto placer;
pero, por otra parte, que Peter acudiera a su rescate también le producía
placer... aunque de otro tipo muy distinto.
—Creo que éste es el momento en que yo tengo que llorar y
gritar ¡mi héroe!
—Habría tirado a ese idiota por la barandilla del mirador
—aseguró Peter, aún disgustado con Roger.
—Como si fuera una bolsa de basura, ¿no?—Lali esbozó una
sonrisa—. Recuerdo un incidente con Roger y un contenedor de basura cuando
tenía trece años —añadió.
—Uno de mis mejores recuerdos.
—Y de los míos... ¿Recuerdas por qué lo tiraste a la
basura?
—Tratándose de Roger, pudo ser por mil razones.
—Lo hiciste por mí.
—Ah, sí?
—Sí, estábamos en el recreo. Roger se había estado
burlando de mí y al final me quitó mi sándwich y lo tiró a la basura. Entonces
llegaste tú y lo lanzaste al contenedor.
—Me entraron ganas de ponerle un ojo morado —comentó Peter
mientras le acariciaba una mejilla a Lali—. Así que lo hice por ti, ¿eh?
—Recuerdo cada detalle, hasta la ropa que llevabas
—reconoció ella—. Nadie había defendido nunca a la tímida y pequeña Lali
Esposito y cuando los otros chicos se pusieron a aplaudir, me sentí como la
princesa que ha sido rescatada por su caballero de brillante armadura...
Los ojos de Peter se oscurecieron y la miraron con una
intensidad que la hizo temblar.
—Eso es lo que nos une, Lali? —Preguntó con calma—. ¿Por
eso siento que hay algo entre nosotros; algo que debería recordar, pero parece
haberse borrado de mi memoria?
—Entre nosotros no hay nada, Peter —aseguró ella,
paralizada por el miedo—. Sólo crecimos en la misma ciudad y fuimos al mismo
colegio. Yo me enamoré de ti de pequeña, como casi todas las chicas de la
clase. Nada más. Esa Lali ya no existe. Ha crecido y vive en el mundo real,
donde la gente asienta sus relaciones en compromisos laborales y afectivos, en
vez de en fantasías infantiles y aventuras de una noche.
Peter se puso serio, apretó la mandíbula y, después de
varios segundos, habló:
—Te llevo a casa, vamos —dijo con voz neutra.
Por supuesto que quería llevarla a casa, pensó Lali.
Ahora que por fin se había convencido de que no podría acostarse con ella,
quería verla desaparecer cuanto antes. Lo que no era de extrañar, con tantas
mujeres como había dispuestas a complacerlo. La noche era joven y todavía podía
encontrar algún bombón con la que celebrar una fiesta privada.
—No te preocupes por mí, Peter —contestó ella
finalmente—. Volveré a casa en taxi.
—Yo te he traído y yo te llevaré a casa —insistió Peter,
agarrándola por un codo.
—Pero...
—No discutas conmigo, Lali—sentenció
Luego, tras salir del mirador, se chocaron con varios
invitados, que paseaban por la parte trasera de la casa.
—Ni siquiera me he despedido de Nico y Rochi—protestó Lali,
haciendo esfuerzos por seguir el paso de Peter.
—Ya los llamaré yo mañana —contestó éste.
Entraron en la casa y fueron directos hacia un dormitorio
que hacía las veces de ropero—. Te espero en la camioneta —añadió cuando le
hubo abierto la puerta de la habitación.
Lali abrió la boca para protestar, pero Peter desapareció
antes de que las palabras salieran de sus labios. ¿Sería posible?, ¿quién se
creía que era?
Agarró su abrigo de la cama, se lo puso y se colgó el
bolso de un hombro. ¿Cómo podía ser tan arrogante?
—Hola, de nuevo —la saludó Roger de pronto, al tiempo que
cerraba la puerta del dormitorio—. He visto que Peter se ha marchado, así que
tal vez podríamos seguir charlando.
—No tenemos nada de que hablar. Y ahora, si me disculpas,
me gustaría pasar.
—Tenemos que recuperar el tiempo perdido, Lali —insistió
Roger—. Hace años que no nos vemos.
—No los suficientes, Gerckee.
Si éste no la hubiera sujetado por un brazo y si ella no
hubiera estado tan irritada, quizá no lo hubiese hecho; pero Roger la estaba
reteniendo y sí estaba muy irritada, de modo que, con un ligero giro, dejó a
Gerckee tumbado en el suelo.
—No vuelvas a tocarme, ¿está claro? —lo amenazó Lali—.
Buenas noches —se despidió, después de que él asintiera con la cabeza.
Salió de la casa y, cuando llegó a la camioneta de Peter,
lo encontró esperándola impaciente.
—Por qué has tardado tanto?
—He tenido que echarle una mano a una persona —repuso sin
más detalles—. Te has pasado la calle —apuntó tras varios minutos de tenso
silencio, al ver que Peter no giraba por Woodrow.
—No.
—Cómo que no? Sabes de sobra que tienes que girar por
Woodrow para ir a casa de mis padres.
—Perfectamente.
—Dijiste que me ibas a llevar a casa —protestó Lali.
—Y te voy a llevar a casa —detuvo el coche, bajó y abrió
la puerta de Lali—. A mi casa.
Esta trató de resistirse, pero Peter la levantó en brazos
y la hizo olvidar lo que iba a decir. La llevó hasta la puerta de su taller,
introdujo la llave en la cerradura y empujó con la cadera.
—Peter Lanzani, bájame de aquí ahora mismo! —exigió Lali
cuando por fin recuperó el habla.
—No —denegó él. Luego la llevó al despacho, encendió la
luz y la sentó en una silla—. Quédate sentada y escucha, Mariana Elizabeth
Esposito. Y presta atención, porque lo que voy a decirte no se lo he dicho
nunca a ninguna mujer y no pienso repetirlo.
Lali se acomodó en la silla, enojada e intrigada al mismo
tiempo, y guardó silencio.
—Nunca he tenido la necesidad de dar explicaciones a
nadie —arrancó Peter agitado—. Lo que hago, lo que haya hecho, sólo es asunto
mío.
—Peter...
—Me gustan las mujeres —prosiguió éste sin permitir que Lali
lo interrumpiera—. No pienso disculparme por eso.
—No te estoy pidiendo...
—Calla y escucha. Me gustan las mujeres y he salido con
muchas; pero eso no significa que me haya acostado con todas ellas. A pesar de
lo que pareces pensar de mí, en realidad me he acostado con muy pocas, y nunca
fue un rollo de una sola noche. Todas las mujeres con las que he estado han significado
algo para mí —aseguró Peter, mirándola a los ojos—. Y tú me importas, Lali.
Desde que nos vimos en el supermercado, he sentido algo por ti. No niego que en
parte te desee y no pienso pedir perdón porque quiera acostarme contigo. Al
menos soy sincero, que es más de lo que tú estás siendo conmigo.
—Qué quieres decir?
—Sabes muy bien lo que quiero decir. Tú te sientes tan
atraída hacia mí como yo hacia ti. Ni tú ni yo queremos ser simples amigos,
pero tú no tienes el valor de reconocerlo —repuso Peter—. ¿Quién te ha hecho
tanto daño que no te deja vivir ni sentir?, ¿fue tu marido?
—Fue antes de que me casara, Peter —contestó Lali con los
ojos cerrados, para que no se le saltaran las lágrimas—. Yo era joven... me
dejé llevar por la emoción del momento... pero sólo fue...
No podía decirlo. Se negaba a convertir la noche más
maravillosa de su vida en algo chabacano.
—Por favor, Lali —Peter se arrodilló frente a ella y le agarró
las manos con delicadeza—. ¿Intentas decirme que tuviste una aventura de una
noche?, ¿es eso?
Lali asintió y él la levantó de la silla, se sentó y la
colocó sobre su regazo.
—No puedes castigarte tanto por algo así—Prosiguió Peter—.
Son cosas que pasan.
—No a mí, no a la pequeña Lali Esposito. Nunca había
hecho algo parecido; ni lo he vuelto a hacer —dijo ella con la voz quebrada—.
Pero eso no es todo; sucedió tan rápido... fue tan inesperado que...
_ ¿Que qué?
—Me quedé embarazada.
—Drew? —preguntó Peter, estupefacto.
—Sí.
—Y el padre de Drew? —quiso saber Peter, al tiempo que le
daba un beso en la frente.
—El no... —Lali se quedó sin palabras.
— Cerdo asqueroso!
—No —se apresuró a decir ella—. Por favor, no me hagas
más preguntas; sólo créeme: él no tuvo la culpa de nada.
A pesar de lo peligrosa que podía ser la conversación, Lali
estaba segura de que Peter no sospecharía nada. Imaginaba que al día siguiente
se arrepentiría, pero, en esos momentos, sobre el regazo de Peter, el día
siguiente no existía; no había pasado ni futuro... sólo presente.
Se sentía segura al amparo de sus brazos, los cuales la
rodeaban con ternura y delicadeza. El calor de su cuerpo la estaba derritiendo
y el aroma de su loción de afeitar le penetraba los pulmones y despertaba un
instinto primitivo imposible de postergar.
—Querías la verdad —arrancó Lali, después de girarse
hacia él, al tiempo que le desabrochaba la camisa e introducía una mano bajo
los pantalones de Peter—. Pues aquí la tienes. Quiero hacer el amor contigo.
Continuara.....
Le puse Elizabeth así quedaba mas dramático ;) Jajajajajaa
¿Quieren mas? ;)