Capítulo 4:

NADA que ver la foto :) Jajajaja

Peter no recordaba haber visto unos ojos tan verdes y grandes... ¿y nerviosos?

De modo que sí que seguía siendo tímida, pensó con agrado. La mayoría de las mujeres parecían demasiado seguras de sí mismas, casi intimidantes incluso. Le gustaba que vacilaran un poco; sobre todo si él era la causa de tal inseguridad.

—Perdiste la tarjeta en el mercado y compré un billete para dos a Jamaica. Pensé que no te importaría —bromeó Peter—. Nos vamos la semana que viene.

Lali lo miró, pestañeó y agarró la tarjeta de crédito.

—Gracias.

Y luego le cerró la puerta en las narices. Lo cual no era precisamente lo que él había esperado.

Puede que la Lali Esposito que recordaba fuera tímida, pero también era amable, pensó Peter intrigado.

Notó que la señorita Potts, la vecina de al lado, estaba regando las plantas del jardín. Había trabajado en el Reformatorio de Wolf River durante la estancia de Peter allí, y ya entonces era mayor. Ahora parecía mucho más frágil y fingía no haber visto que Lali le había dado con la puerta en las narices.

Puede que ésta siguiera viéndolo como una especie de criminal, aunque ya hubieran pasado veinte años de su paso por el reformatorio. Su «pecado» había sido darse una vuelta con Linda Landsky en la nueva moto del hermano de ella. No había ocurrido nada, pero Bobby Landsky no se había mostrado comprensivo. Y el juez tampoco.

Aunque no le había importado ir al reformatorio. Allí había conocido a Nicolas y Agustín, le daban de comer todos los días y nadie le pegaba en el estómago por dejar la ropa en una silla o poner la música muy alta. De hecho, casi habían sido unas vacaciones para él.

Pero de eso hacía mucho tiempo. No era posible que ésa fuera la causa del nerviosismo de Lali.

Miró la puerta y frunció el ceño. Sabía que tenía trabajo pendiente y que debía marcharse; pero Peter Lanzani no era un hombre que re huyera los desafíos. Y esa Lali Esposito, fuese quien fuese, era, sin duda, todo un desafió.

Volvió a llamar a la puerta y esta vez fue Ángela Esposito la que la abrió, segundos más tarde.

- ! Juan Pedro Lanzani!, ¡qué sorpresa tan agradable! Pasa, pasa —lo invitó—. No te veía desde la boda. Lali, cariño, ¡mira quién ha venido!

Lali se tomó un instante para calmarse y luego se giró con una sonrisa en los labios.

—Nos topamos en el supermercado —comentó Peter.

—Por qué no me lo habías dicho? —le preguntó Ángela a su hija—. Bueno, ya que has venido, llegas a tiempo para cenar. Y no admito un no por respuesta. Te gusta el asado con patatas, ¿verdad, Peter?

—Me encanta —repuso éste—. ¿Necesitas guisantes? —le ofreció luego a Ángela.

—Qué detalle! —exclamó ésta—. Precisamente había mandado a Lali por una lata; pero se olvidó de la lista —añadió, al tiempo que la hija se sonrojaba.

—Saben riquísimos con crema de champiñones —apuntó Peter.

—¿Sabes cocinar? Es fantástico, Lali. Sabe cocinar —le dijo Ángela—. Cielos, tengo que ocuparme del postre. Lali, cariño, lleva a Peter a que salude a papá.

Peter observó un ligero temblor enLali cuando su madre los dejó a solas. Se quedó

rígida como un poste y batalló entre mostrarse educada y echarlo a patadas de la casa.

Se debiera a lo que se debiera, Peter tuvo la certeza de que ahí había algo más que mera timidez.

Un desafío y un misterio... Ya sólo quedaba que lograse hablar con ella.

—He oído que te casaste.

—Sí —repuso Lali.

Peter frunció el ceño. Se suponía que tenía que haber respondido que se había divorciado.

—Y también he oído que te has divorciado.

—¿Ah, sí?

—Y que eres periodista de un diario de Nueva York. Con tu propia columna y todo—insistió Peter.

—Has oído muchas cosas.

—Y es verdad?

—Que soy periodista?

—Que te has divorciado.

—Sí.

Peter se acercó a ella. Olía de maravilla...

—Podríamos quedar para cenar alguna vez. Contarnos qué hemos hecho en los últimos doce años.

—No creo, Peter—Lali dio un paso atrás—. He venido a cuidar de mi padre unas pocas semanas. No voy a tener tiempo.

—Un café, entonces —propuso Peter, aproximándose de nuevo a ella—. Mañana por la noche.

Lali palideció, se quedó quieta un segundo y luego lo agarró por un brazo y tiró de Peter hacia el salón:

—Por qué no saludas a mi padre?

El súbito cambio de conversación lo sorprendió pero, dado que al menos lo estaba tocando, decidió que estaba progresando.

_Qué tal la pierna, señor Esposito? —le preguntó Peter a la página de deportes.

El periódico descendió. Boyd Esposito estaba igual que siempre, aunque tenía el pelo canoso y sus entradas eran más profundas.

—¿Sigues montando en moto, Lanzani?

—Sólo por placer, señor.

—Tienes whisky?

-No.

—¿Y un puro?

—Me temo que tampoco.

—La próxima vez ven con las dos cosas.

—Sí, señor.

El periódico ascendió y Peter comprendió que la conversación había concluido; no muy larga, pero productiva, pues había sido invitado nuevamente. Le lanzó una sonrisa a Lali  y ésta, al darse cuenta de que seguía sujetándole el brazo, retiró la mano.

—Perdón —se retiró ella—, tengo que... ver una cosa. ¿Por que no te sientas? Vuelvo en

un...

—¡Mami, la peli ha terminado!

Dos bracitos agarraron a Lali por la parte trasera de las rodillas, haciéndola perder el equilibrio y caer en los brazos de Peter. Este la recogió con suavidad, disfrutando del tacto de sus pechos contra el torso. Y cuando ella intentó separarse, para deleite de Peter, sólo consiguió que la fricción aumentara.

Lali alzó la vista y miró con expresión, aterrorizada. Después, tras lograr liberarse, se giró hacia el torbellino moreno que la había tirado.

—Drew! —lo reconvino Lali—. Te he dicho mil veces que no hagas eso.

—Se me olvidó —el pequeño metió las manos en los bolsillos y miró al suelo afligido—. Lo siento, sólo quería abrazarte.

Peter se dio cuenta de que el chico le estaba echando teatro. Era bueno, pensó divertido. No sabía nada de niños, pero calculó que éste debía rondar los cinco años. Tenía el pelo negro, al igual que sus ojos y sus densas cejas. Ya juzgar por el tamaño de sus pies, sería un gigantón cuando cumpliera los dieciséis.

Así que la pequeña Lali tenía un hijo...

—Los abrazos tienen que ser cariñosos, cariño —le dijo ella, poniéndose a la altura de Drew—. Tienes que tener más cuidado.

El niño asintió, miró hacia arriba y se quedó mirando a Peter. Lali, situada a la espalda de Drew, le acarició los hombros y procedió a las presentaciones:

—Drew, éste es Peter Lanzani. Peter, mi hijo Drew.

Peter extendió la mano y el chico la estrechó de inmediato. Bien agarrada, pensó Peter.

—Cómo te va, Drew?

—Conduces camiones?

¿Es que todos los miembros de esa familia respondían a las preguntas con otra pregunta?

—Sí, pero prefiero las motos.

—Las motos son guau —afirmó el pequeño—. Pero yo quiero conducir un camión cuando sea mayor.

—Quizá podamos dar una vuelta un día, si a tu madre le parece bien.

—¿De verdad? —preguntó Drew, emocionado—. ¿En moto o en camión?

—Como quieras.

—¿En serio?, ¿puedo, mamá?

Lali había estado negando con la cabeza, pero se quedó quieta cuando Drew la miró con aquella expresión tan esperanzada.

—Me temo que no, mi vida. Todavía eres pequeño para montar en moto.

—Tengo casi cinco años —protestó Drew—. Tommy Fuscoe va en la moto de su papá todo el tiempo y es más pequeño que yo.

—Tú no eres Tommy Fuscoe —dijo Lali con firmeza—. Pero ya veremos.

Era evidente que no estaba dispuesta a dejarlo, pero era probable que, entre los dos, la hicieran cambiar de opinión.

—Te enseño mi bici? —le preguntó Drew a Peter—. Mi abuelo me la ha comprado para cuando esté aquí, ¿verdad, abuelo?

—Necesita que le cambien las llantas—murmuró Boyd.

—Vamos, está en el garaje —dijo Drew, corriendo ya hacia la puerta.

—Voy.

Lali los siguió, con cuidado de no rozarse con Peter. Pero éste todavía sentía el calor de su cuerpo, y estaba ansioso por volver a sentirlo.

Y la próxima vez, se encargaría de que estuvieran a solas.

Continuara...

Cap largo para reponer el que no subí ayer :) 

¿Cómo andan? Yo acá preparando las ultimas cosas para mi cumple :D

Firmen y a la noche subo otro :)

Ojala anden bien!

Besos

Juli♥

@amorxca