Capítulo 15:

Simphony gruñó con fuerza haciendo que todas las criaturas sobrenaturales que estaban en el lugar levantaran la vista con terror.

-¿Cómo que todavía está viva?

-No lo sé, señora –Dijo la vampiresa que estaba a su frente y la miraba aterrada –Llegaron unos licántropos y la salvaron.

-¡¡Licántropos!! ¡¿Qué hacían licántropos en ese lugar?! –Simphony golpeó con su puño la mesa de madera de roble, haciendo que esta se rompiera en dos grandes pedazos y las cosas que en ella reposaban cayeron directamente en el suelo. Gritó mientras arremetía contra la vampiresa y tomándola del cuello la levanto hasta que sus pies dejaron de tocar el suelo –Un solo fallo mas y te juro que tu muerte será tan dolorosa y lenta que me suplicaras piedad.

La dejo caer contra el suelo, mientras la vampiresa asentía. Simphony gruñó con asco al verla marchar.

-Quiero estar sola.

Todas las demás criaturas la observaron.

-Pero señora… Odín nos dijo que…

-¡He dicho que se larguen! –Y en un parpadeo, todos desaparecieron. Simphony se dejo caer en la silla. ¿Cómo era que Mariana Esposito aun estaba con vida? Había mandado a uno de sus convertidos y a su guerrera vampiresa específicamente a asesinarla entonces de la nada aparecen un grupo de lobos. Golpeó con el puno la pared y esta se agrieto en un segundo.

Una risita se oyó a su espalda y le hizo dar vuelta.

-Parece que tus planes han fracasado, Sim –mostro sus colmillos ante la enervante presencia de la bruja. Francois DuVillar, era conocida por ser la bruja milenaria… Era la más vieja criatura entre todo lo paranormal, y una de las más poderosas también. Pero Simphony la odiaba, desde los bucles castaños que caían sobre sus hombros y espalda, pasando por la tersa piel porcelana y llegando a su par de ojos avellanas.

Francois hacía que todos los hombres levantaran la vista de lo que estaban haciendo, tan solo para verla pasar… Y hacia que Simphony se sintiera fea en comparación a su angelical y tierno rostro.

-¿Qué es lo que quieres, bruja?

Francois estaba sentada en el marco de la ventana, cruzando las piernas la observo fijamente con una sonrisa.

-¿Acaso no puedo venir a visitarte? Te recuerdo que este lugar también es mi casa.

Simphony no sabía de dónde venía Francois. No sabía la relación entre ella y Odín, pero estaba segura de que la bruja era una de sus amantes al igual que ella. La fulminó con la mirada.

-A ti no te gusta venir aquí. ¿Entonces porque estas en la ventana de mi habitación?

-¿Tu amante sabe lo que estas intentando hacer? –Los ojos de Francois brillaron con conocimiento. Esa era otra de las cosas que ella odiaba de la bruja… Francois DuVillar lo sabía todo –No… Desde luego que no lo sabe. Lo sedujiste hasta que a Odín no le importó nada de lo que hicieras a sus espaldas, porque cree que su hermosa amante no rompe ni un solo plato.

Simphony elevo una de las esquinas de su labio.

-Ellos merecen la muerte.

-Ellos no han hecho nada a nadie, Sim.

-¡Los humanos que saben de nuestra existencia no deberían caminar por la tierra tan tranquilamente! –Gritó al perder los estribos -¿Sabes lo que harán si se enteran de que una bruja camina junto a ellos? Te quemaran en la hoguera.

-Prefiero ser quemada en la hoguera antes de seguir sacrificando la vida de personas que no han hecho nada –Francois la miró con cansancio y suspiró –No solo has matado a humanos, Sim. Si no también a vampiros y a licántropos. ¿Por qué?

-Son bestias que no necesitan estar aquí. Ambas especies deben morir.

Francois se levantó del marco de la ventana y la observó durante un segundo.

-¿Aun incluso teniendo a tus servicios a vampiros? ¿Aun así piensas matarlos? –Ella le dio la espalda antes de seguir hablando –Ten cuidado, quien sabe como reaccionaran Odín y Freyja al ver que has estado matando a sus creaciones. Y una cosa mas… -La miro sobre su hombro y por un momento, Simphony, que creía que Francois no era capaz de sentir esas emociones, logro ver en el interior de los ojos de la bruja un rencor sumamente profundo –Pasaras sobre mi cadáver, antes de hacerle daño a Mariana Esposito.

Diciendo esto, desapareció de su vista.

Simphony se volvió de nuevo hasta quedar en frente del espejo. Apretó la mandíbula. Su cabello negro como la noche estaba recogido en una cola de caballo y sus ojos tan oscuros como su alma que estaban tras un par de gafas, reflejaban inciertamente su desesperación. Los odiaba a todos. Nadie en este mundo merecía la pena vivir… Nadie.

***

Juan Pedro no era partidario de la comida y mucho menos de la bebida –exceptuando la obvia desde luego- pero a pesar de todo, no entendió porque en ese momento decidió cambiar algo de su experiencia por la habilidad de poder comer o beber.

Y por primera vez en quinientos años, tomó de nuevo licor.

De un solo trago se acabo el vaso de brandy que había llenado hace solo unos momentos, y en un instante la botella ya estaba casi vacía. Por suerte, la habilidad de beber, no incluía en el paquete que pudiera emborracharse o algo peor, y créanle que estaba demás de agradecido.

Un rato antes, había venido Nicolás informando del estado de Eleanor. Al parecer solo se había golpeado la cabeza, pero tenía grabes marcas rojas en su cuello, dándole a entender que habían intentado estrangularla. Y dios sabe que él sentía ganas de estrangular también a quien lo había hecho, pero Juan Pedro nunca podría dañar a Connor, porque estaba seguro que el hibrido no tenía la culpa de su maniaco estado.

<<Deberíamos intentar buscar una cura>> pensó. Pero aun así sabia que la posibilidad de encontrar dicha cura, eran realmente bajas.

La puerta sonó un par de veces.

-¿Si? –Al momento, el rubio cabello y la cara compungida de Ethan se asomo por la puerta.

-Peter–Dijo a manera de saludo, a pesar de haberse encontrado hace solo un par de horas -¿Cómo se encuentra la ex-cazadora?

Juan Pedro apreció realmente, la intangible preocupación de Ethan. A pesar de ser ciertamente frio una gran cantidad de tiempo, él podía interesarse por las personas de vez en cuando.

-Solo un golpe en la cabeza. Y signos de que hubieran intentado estrangularla –Dijo en un suspiro –Mejor que la última vez, eso es en definitiva.

Ellie había acabado con profundos cortes en la piel y a punto de que le apuntaran una pierna debido a un golpe. Se preguntaba si tendría que dejar que Connor dejara de visitarlo, o hacer que Eleanor fuera encerrada en un lugar alejado hasta que el otro hombre se fuera. Ninguna de las dos le parecían muy buenas soluciones.

-Cuanto lo siento, no deberíamos haber venido –Ethan agachó la cabeza pensativamente.

-Tonterías, sin ustedes no hubiésemos sido capaces de plantearnos lo de los recientes ataques proporcionados por los nuestros.

-Si nos excusas, creo que haremos las maletas y nos iremos a primera hora en la mañana.

Juan Pedro arqueó una ceja con sorpresa reflejada en sus ojos.

-¿Por qué tanta prisa, Ethan? –Pero el otro hombre simplemente se quedo callado mientras negaba con la cabeza. Los lobos se habían retirado después de la reunión, y Agustín también había desaparecido… No entendía porque repentinamente él se volvía tan receloso.

-Por nada en especial –Lo observo fijamente un segundo y luego se estiro –Bueno, Juan Pedro. Hasta mañana –Dicho esto salió de la habitación.

***

Mariana se relajó al entrar en el baño, cerrando el cerrojo de la puerta –mas vale prevenir que lamentar- y luego comenzó a pensar en las cosas sucedidas alrededor de la noche. Tenía unas enormes ganas de estamparse la cabeza contra la pared para olvidarlo todo.

El estrés era casi palpable cuando comenzó a desabotonar su blusa manchada de sangre, el olor comenzaba a marearla. Pero se estremeció enormemente ante el sonido que se escuchó a su espalda.

-¿Qué…? –Se quedó completamente estupefacta al darse vuelta y encontrarse con una joven mujer de no más de veinticinco años, con perfectos bucles de tonos castaños y unos luminosos ojos avellanas.

Su mandíbula se desencajo. ¿No había cerrado la puerta con seguro?

-¿Quién coño eres tú? –preguntó Mariana sin preámbulos. Había tenido un día de perros y estaba muy cansada como para que una mujer entrara repentinamente a su baño con una enorme sonrisa que le hacía entender que lo que se avecinaba no era para nada normal.

-¡Soy tu hada madrina! –Exclamó ensanchando su sonrisa hasta abarcarle toda la cara. Estaba sentada en el estante al lado del lavabo, con las piernas cruzadas.

-Mi had… ¡Oh, genial!... Primero tíos extraños matando gente, luego vampiros autosuficientes, tías cazadoras de vampiros, híbridos, hombres lobos, dioses nórdicos y ahora un hada madrina –Miró al techo y exclamó -¿¡Que he hecho yo para merecer esto señor!? ¿Acaso me estoy volviendo loca?

La mujer soltó una risita mínima y sonrió con suficiencia.

-De acuerdo. No soy tu hada madrina… –Mariana suspiró aliviada -…Soy una bruja.

Soltó un chillido y comenzó a retorcerse los cabellos.

-¡Ahora es una bruja! –Se dejó caer contra el suelo con las ganas de llorar rozando su garganta. Como deseaba que sus padres estuvieran vivos. Si no fuera porque se habían matado, simplemente no estaría viviendo en esta clase de locura.

-Por favor cálmate, Mariana Esposito –Dijo mientras bajaba del estante y se encaminaba hacia ella. ¿Cómo sabia su nombre? –Cariño, yo lo sé todo.

Su mandíbula volvió a caer con pesadez.

-¿Puedes leer mi mente?

-Ujum, al igual que el vampiro con el que vives.

-¿Juan Pedro puede leer mi mente? –de acuerdoooo…. Esto se estaba volviendo realmente escalofriante.

-Desde luego –Asintió mientras hablaba –Por que él es poderoso. Y esa es una habilidad que intercambio por su experiencia de vida.

-Entonces… ¿Él sabe lo que estoy pensando desde un principio? –La bruja pareció incomoda al asentir con la cabeza. Y Mariana se sintió avergonzada por sus pensamientos tan poco agradables sobre Juan Pedro Lanzani  y por sus sentimientos algo lujuriosos.

-Bueno. Mi nombre es Francois DuVillar. Soy una bruja milenaria…

-¿Qué quiere decir con que eres “Milenaria”? –Interrumpió Mariana, con la curiosidad picándole.

-Quiere decir que soy muy vieja. Muy pero Muy vieja. Y que soy una de las más poderosas en la rama de los hechiceros… Sigo, he venido aquí para entregarte algo –Sacó del bolsillo de su pantalón un hermoso brazalete de oro y se lo colocó en la muñeca a Mariana –Este no es un brazalete cualquiera, querida. Tiene mi símbolo. Cada vez que necesites realmente mi ayuda solo tienes que decir mi nombre en voz alta y vendré a ti.

Mariana observó el objeto. Tenía un símbolo, en efecto. Una estrella de cinco puntas sobre un sol y una luna entrelazados. Le hizo sentir curiosidad por Francois DuVillar, era hermosa pero no parecía el tipo de mujer que disfrutara de su belleza clásica… E incluso le hacía pensar que era capaz de golpear a cualquiera que intentara tocarla.

-Ahora, tengo que irme. Solo te diré, que tal vez te gustaría ir a la otra habitación –Dijo Francois con lentitud, señalando la puerta de la habitación contigua que Mariana había intentado abrir en más de una ocasión pero que nunca podía.

-No puedo –Contestó ella –Siempre ha estado cerrada con seguro desde que llegue.

La bruja le sonrió, sus ojos reflejaban algo de cariño. Mariana volvió a hacerse preguntas referentes a ella y entre esas se encontraba ¿Por qué la ayudaba?

-Esta noche no estará cerrada. Es tu decisión sobre entrar o no… Pero si vas, algo especial podría suceder.

Algo especial. Mariana la observó desvanecerse hipnotizada, sin darle tiempo siquiera de murmurar un “gracias”.

Se volvió para ver fijamente la puerta. Durante estos días de su estancia se había preguntado que habría del otro lado de la puerta. Se aproximo levemente y luego pegó el oído de la puerta mientras sus cejas se juntaban al no oír absolutamente nada de nada.

Respiro hondo mientras tocaba la puerta –algo que jamás de los jamases se le habría ocurrido- y al ver que nadie contestaba simplemente colocó su mano izquierda en la manilla de la puerta y giro. Sorprendentemente, la puerta se abrió.

Sus ojos se abrieron sorprendidos. La habitación era otro baño -¿Quién imaginaria que eso sería?- pero el doble de grande que el suyo propio. La cerámica era de un tono verde oscuro y un jacuzzi reposaba en medio de la habitación. Estaba lleno de agua hasta el tope y con pétalos de rosas sobre el agua.

Entonces hizo lo único que se le ocurrió. Tomó la toalla de su baño y se desvistió para disfrutar del jacuzzi.

***

-¿Has preparado mi baño como te dije?

-Sí, señor. Lo he hecho –Juan Pedro suspiró con cansancio cuando le hizo señas a su ama de llaves para que se retirara y lo dejara solo. Se levantó del mueble de su habitación y saco ropa limpia.

Colocándola sobre la cama, se desvistió y se encargó de envolver su cintura en una de sus toallas. A la final se encamino al baño. No estaba de humor para nada más que para disfrutar de un delicioso momento en el jacuzzi aromatizado con pétalos de rosa. No había nada en el mundo mejor que eso… Claro, Lo único que lo superaba seria el cuerpo desnudo de Mariana.

E irónicamente se quedo estupefacto de verla allí, totalmente desnuda en su jacuzzi y de espaldas a él. La mandíbula se le desencajo. No sabía que una Mariana desnuda era la idea de la sirvienta sobre prepárale un baño. Aunque no le molestaba en absoluto.

Sintió como su miembro se endurecía ante la visión de ella. Su cabello húmedo caía sobre su espalda y se perdía dentro del agua. Tenía unos hombros preciosos, de color porcelana, y suaves a simple vista. E incluso su silueta era voluptuosa y agradable. La garganta se le seco, ante la idea de tocarla.

-¿Mariana? –preguntó con la voz más ronca de lo que quería.

El agua se movió a su alrededor cuando ella se dio vuelta y sus ojos se abrieron de par en par. Juan Pedro  gimió ante la imagen de sus grandes pechos, llenos y sus pezones rosados que estaban erguidos.

A Mariana le iba a dar un infarto, cuando separó los labios y preguntó.

-¿Qué… Que haces aquí?

-Bueno, tengo derecho a defenderme porque resulta que este es mi baño –Pero ya no le prestaba atención. Su boca se hacía agua al bajar la mirada por su cuerpo. Solo llevaba una toalla sobre las caderas, el resto del cuerpo estaba al descubierto. Los músculos de sus brazos, su pecho desnudo y sus largas y masculinas piernas. Clavó los ojos en la toalla, descubriendo el bulto que se hacía en ella.

Abrió los ojos sorprendida al sentir los colores subirse por su cara.

-Lo siento. Pero es que entre aquí por curiosidad y entonces vi el jacuzzi y me apeteció entrar… -Suspiró con pesadez –No entiendo que me paso…

Juan Pedro tenía la mirada clavada en algún punto y cuando Mariana bajo la mirada para ver que tanto capturaba su atención, descubrió que se trataba de sus senos completamente expuestos a su mirada. Apresuradamente se cubrió con los brazos, haciendo que la sonrisa se extendiera por el rostro de él.

-¿Podrías pasarme la toalla por favor?

-¿Por qué no la buscas tu? –Dijo mientras se acercaba al jacuzzi y para sorpresa de Mariana, se introdujo en el.

-Ya sabes porque –habló entre dientes, alejándose un poco al sentir la presencia del él llenar el espacio. Su respiración comenzaba a hacerse más pesada y sentía sus mejillas rojas.

Comprendió enseguida que estaba excitada. Y que él también lo estaba –hay que recordar el bulto detrás de la toalla que a pesar de meterse en el jacuzzi aun no se había quitado- además de que no tenía intención de pasarle la toalla para que ella se fuera… Se relamió el labio inferior. ¿Por qué estaba tan asustada por lo que iba a pasar?

Continuara.....

¿y ahora? ¿Qué va a hacer Lali? ¿Qué hara Peter? Si quieren saberlo firmen mas de 35 firmas y subo otro!