Capítulo 8:

—Para de asustarla, Juan.
—Nosotros nunca te haríamos daño, Mariana. Vas a descubrir rápidamente que haremos cualquier cosa para salvarte, para protegerte —dijo Juan,, tomándola en los brazos.
Ella se acomodó en sus brazos, mientras que él caminaba hacía la casa. Su mente luchaba para entender la extraña conversación que tuvo con los hermanos. Peter abrió la puerta y Juan entró con Mariana en los brazos.
Thiago estaba cerca, con los brazos cruzados, y una expresión impenetrable.
A pesar de las seguridades de Juan, empezó a temblar. Escondió el rostro en el cuello de Juan, intentando esconderse del escrutinio de Thiago. Su fuerza la asustaba. Pablo era nada comparado con este hombre y, aún así le hizo tanto daño.Thiago podría hacerle mucho más.Juan la acarició.
—No te asustes, muñeca —le susurró al oído. Se acercó al fuego y la soltó. Ella se escondió rápidamente detrás de él, usándolo como barrera entre ella y Thiago.
Para su sorpresa, Thiago se rió.
—Entonces, ¿así va a ser? ¿Vas a esconderte detrás de Juan cada vez que me enfade contigo?
Estiró la cabeza por detrás de Juan. Thiago estaba sonriendo y Peter la miraba con silenciosa intensidad. Por un momento, vio en los ojos de Peter algo que reconoció como tormento.
—Yo... yo no entiendo... —empezó ella, débilmente—. No entiendo nada.
Thiago la miró; ella se quedó detrás de Juan, agarrada a su camisa. Parecía perdida, abandonada y con mucho miedo. Se sentía feliz por ella, por confiar en Juan. Aunque no entendía lo que hacía. Claramente, estaba atribuyendo a Juan el papel de protector.
Juan lo advirtió con los ojos, que no la presionara. Maldición, podía pasar sin tantas advertencias de Juan. Mariana parecía una cosita asustada. Lista para huir a la menor provocación.
Suspiró y sentó en el sofá.
—Ven aquí, cariño.
Intentó agarrar la mano de Juan, mientras se mordía los labios, nerviosa.
¿Qué la hacía tener tanto miedo? ¿Quién le hizo tanto daño que no podía confiar en él y ni en sus hermanos?
Juan puso el brazo sobre sus hombros y la guió al frente. Agarró su barbilla y la hizo mirarle.
—Nadie te hará daño, muñeca. Te lo prometo. Nunca.
Se relajó un poco al oír su promesa, y se volvió hacía Thiago.
—¿Estás enfadado? —preguntó ella suavemente.
Extendió una mano hacía ella y sintió un enorme placer cuando la aceptó. La abrazó y le acarició el pelo, mientras la miraba.
—No estoy enfadado contigo, cariño. No contigo. Nunca contigo. Estoy furioso con el hijo de puta que te hirió, que te hizo tener miedo.
La abrazó más fuerte y la besó, suave, tierno, apenas rozarle los labios. Por un momento, se relajó en sus brazos, ajustándose perfectamente, como si le perteneciera. Después, se puso tensa, y se alejó con ojos atormentados. Con un grito bochornoso se puso de pie y salió corriendo del cuarto.
Thiago intentó seguirla, sorprendido por su reacción, pero la mano de Juan lo paró.
—Tienes que explicarle —dijo—. Ahora.
—¿Sobre qué demonios estás hablando?
Juan suspiró y se pasó una mano por el pelo.
—Piensa que es una puta.
—¿Qué?
—Vamos, Thiago. Sabes que está confusa. Se siente atraída por los tres. Algún bastardo le dijo que era una puta y ahora lo cree. No se entiende, ni nos entiende. Necesita que le expliquemos.
—Está bien —dijo Thiago, con un suspiro profundo—. Hablaré con ella.
Thiago caminó por el pasillo hasta el cuarto, con sus hermanos siguiéndole a una pequeña distancia. Llamó suavemente, no queriendo asustarla.
— Mariana, dulzura, soy yo, Thiago.
—Vete —contestó ella, sofocada por los sollozos.
Abrió la puerta, titubeando cuando la vio sobre la cama, con los ojos enrojecido por las lagrimas. Había echado el abrigo de Peter en el suelo. Se acercó y se sentó en la cama. Después la abrazó. Ella apenas luchó, lo que lo encantó.
—Dime por qué estás llorando —le preguntó suavemente.
—¿Qué dirías si te contara qué antes de besarte en la sala, estaba fuera, besando Juan? —contestó con labios trémulos.
Sonrió y acarició su pelo.
—Eso me hace muy feliz.
Sus ojos sorprendidos volaron hacia su rostro.
—¿Feliz? ¿Estoy actuando como una puta y te hace feliz?
Él la miró duramente.
—No permitiré que hables de ti misma así. Si vuelves a decir algo así, te acostaré en mis rodillas y azotaré tu bonito trasero.
Ella se quedó con la boca abierta.
—Hay algunas cosas que tienes saber —dijo—. Comenzando con el hecho de que nos perteneces. A todos.
Esperaba ver miedo ante su declaración. Al revés, vio sorpresa. Juan y Peter, que estaban de pie en la puerta, se acercaron a la cama. Juan sentó tras Mariana en la cama y tiernamente, acarició su hombro con la mano.
Mariana los miró, a uno después otro y otro... Thiago permitió que la información penetrara su mente.

Continuara.....

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Juli♥
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