sábado, 1 de junio de 2013

Capítulo 5:



Lali dejó escapar un profundo suspiro cuando revisó su contestador automático. Peter no había llamado en todo el día, ni a la tienda, ni a su teléfono celular, ni a su casa. Un barrido rápido del apartamento confirmó que no había pasado por alto ninguna nota de él tampoco.


No había noticias de él.

Las dudas que habían comenzado a burbujear después de su conversación con Eugenia, la fastidiaban aún más. La inquietud se deslizaba sobre su piel, haciendo que la piel de gallina apareciera a pesar del sofocante calor. Ella no podía sentarse y esperar a que la contactara. Se sentía demasiado patética. No, ella tenía que hacer algo. Tal vez había una razón perfectamente buena por la que no le había llamado.

Decidida a no dejar que esto la desanimara, Lali se volvió hacia la puerta de entrada de su apartamento y se fue. Podría simplemente irse a los pocos bares que sabía que eran los lugares favoritos de reunión de Peter y ver si él estaba allí. Sería bastante inocente.

Llamar a su celular sería demasiado desesperado. Además, un par de esos bares eran sus clientes, y ella podía pretender pasar para informarles de la nueva entrega que había recibido.

Con una excusa a la mano, ella se fue. En el primer bar, no hubo ninguna señal de Peter, y de acuerdo con el barman, no había estado ahí en todo el día. Tal vez debería resultar extraño que muchos de los barman de la ciudad lo conocían, pero para un conocedor de vinos como Peter era probablemente normal frecuentar los bares con el mejor vino.

Fue una de las cosas que primero había hecho que ella se fijara en él cuando había entrado en su tienda: sus amplios conocimientos sobre vinos, sin embargo, no era en absoluto pretencioso al respecto. Habían hablado de las diferentes uvas, sus pros y sus contras, y sobre los diferentes métodos de elaboración. Pero estaría mintiendo si dijera que su conocimiento sobre el vino era lo que le había atraído de él. No, habían sido sus ojos, la forma en que brillaban, azul como el cielo de la mañana. Pero había algo más en él que solamente sus ojos.

Peter tenía una presencia, un aura que hablaba de poder y fuerza, determinación y decisión. Él sabía lo que quería, y cuando la miraba, sabía que él la quería. Fue la excitación más poderosa que jamás había sentido.

Lali entró en el Vat Bar, cuando la multitud se estaba juntando para el Happy Hour alrededor de la barra. La música de fondo estaba baja, haciendo de ese lugar un poco más fácil para los oídos que el primer bar al que había ido. Mientras buscaba en la habitación con sus mesas altas y taburetes y sus cabinas que se alineaban en las paredes exteriores, su corazón casi se detuvo cuando vio a Peter, apoyado contra una de las mesas, bebiendo de una copa y hablando con dos chicas sentadas en los taburetes de la barra.

En la mesa justo detrás de ellos, reconoció dos tipos de mediana edad conversando sobre el vino, como dos de sus clientes habituales. Con las rodillas un poco temblorosas, Lali se acercó a Peter, su corazón latía en su pecho como una locomotora tronando por una empinada montaña. Tal vez las dos chicas eran viejas amigas suyas, o tal vez él trabajaba con ellas y no estaba más que tomando una copa amigable después del trabajo.

El hecho de que las mujeres se rieran con Peter por algo que les dijo no tenía por qué significar que estaba coqueteando con ellas. Tal vez sólo les había contado una broma.

Todo podría ser muy inocente. Pero cuanto más se acercaba, más apretaba su nudo en la garganta con el conocimiento de que algo no estaba bien.

¿Por qué no había llamado? ¿Por qué estaría en un bar, bebiendo con dos mujeres demasiado bonitas, las cuales eran probablemente diez años más jóvenes y casi diez kilos más ligeras que ella? Echó un vistazo a sus caras lozanas. ¿Tenían siquiera la edad suficiente para beber?

Cuando Lali estaba a sólo un par de metros de distancia de la mesa, Peter giró la cabeza y la miró directamente. Sus ojos se agrandaron y su mandíbula pareció ponerse tensa, la risa al instante se borró de su rostro. No hizo ningún ademán para abrazarla o besarla.

Lali sintió un escalofrío arrastrándose por la espalda, mientras sus miradas se encontraban. Un sudor frío se extendió por sus palmas.

—Oh, hola. No esperaba verte aquí—, dijo sin más calidez como si fueran meros conocidos.

Lali se tragó el nudo de la garganta. —No llamaste.

Su mirada se desvió. —No dije que lo haría—. Dijo dándole un gran sorbo a su copa.

—Yo... eh... ¿Crees que podemos hablar en privado?

Sus cejas se juntaron. —Mmm, escucha, Lali... tal vez...— Sus palabras se tambalearon, el nerviosismo perturbaba su afable actitud de costumbre. Ella nunca lo había visto tan inquieto.

—Si este no es un buen momento—, comenzó ella, —tal vez quieras venir a mi casa más tarde...

Se aclaró la voz. —Yo no estaba pensando en... no puedo. En realidad, no puedo—. Él juntó sus labios presionándolos.

Lali se le quedó mirando, observó cómo de repente su rostro era una máscara de hielo, sus ojos imitaban el frío azul de un lago congelado. Ella apartó la mirada y miró más allá de ellos, atrapando las miradas de sus dos clientes, que claramente, estaban escuchando su conversación.

—Sin embargo, ayer por la noche...— Su voz se perdió. ¿Cómo podía explicarle lo que realmente quería decir? ¿Que ella creía que tenían algo especial y que quería estar a solas con él? Este no era el lugar adecuado para discutir ese tipo de cosas, cosas tan privadas e íntimas.

—Ayer por la noche fue genial. Pero, no es... No irá a ninguna parte—. Sus brutales palabras se sintieron como una bofetada en la cara.

La incredulidad se abrió paso por ella. ¿Cómo podía ser el mismo hombre que la noche anterior? El hombre frente a ella ya no era nada parecido al amante tierno que la había hecho gritar de placer y que la había mirado como si la amara.

¿Lo había interpretado tan mal? ¿Cómo podría haber estado tan equivocada?

De pronto la sala le daba vueltas como si se hubiera subido a un carrusel.

Sus ojos revolotearon lejos de él hacia la mesa detrás, donde sus clientes se habían levantado de sus sillas. Ella giró la cabeza hacia la puerta, su mirada quedándose fija brevemente en la barra y la persona detrás de ella. Gabrielle, la dueña la estaba mirando, pero Lali apenas la reconoció, las lágrimas se formaron en sus ojos haciéndole empañar su visión.

Cuando Gabrielle avanzó saliendo de detrás de la barra, Lali dio algunos pasos vacilantes y habría caído, si Gabrielle no hubiera llegado a ella a tiempo.

—Vamos a mi oficina. Creo que necesitas sentarte—. Ella se dejó llevar hacia la puerta que decía “Privado”, con la intención de escapar de la presencia de Peter antes de que ella sufriera un colapso total.

***

Peter nunca se había sentido tan bajo. Pero no se había preparado para hacerle frente a Lali. Se había sentido como una mierda desde que huyó de su cama la noche anterior.

Una vez más, había tomado el camino más fácil y se alejó de ella porque él era un cobarde que no podía admitir que quizás, sólo quizás, podría haber algo entre ellos.

Debido a que el pensamiento de que él era capaz de emociones más profundas que los sentimientos superficiales que repartía a todo el mundo, lo asustaba a muerte. ¿Y por qué? Porque él no quería estar a merced de sus sentimientos. Él había visto a su madre Sémele sufrir por Zeus después de que él había perdido interés en ella, y el dolor que había sentido derramarse de ella, le había dolido. Él no quería amar a una mujer como su madre había amado a su padre, una emoción que no había sido correspondida.

Los mortales creían en el rumor de que Sémele había muerto después de haber visto a Zeus en su forma divina. Estaba muy lejos de la verdad, pero tal vez habría sido mejor así, en lugar de verla perderse por un amor no correspondido.

Su madre había sido infeliz durante años, esperando contra toda esperanza que Zeus regresara. Sin embargo, su padre idiota ya había pasado a otras muchas veces.

¿Qué pasaba si Peter era igual a él? ¿Y si no era capaz de amar? Al igual que su padre no lo era. ¿Eso no significaría que la mujer que se enamorara de él estaba condenada a un corazón roto? Y mientras Peter nunca se había preocupado mucho si rompía un corazón o no, por alguna razón, no podía soportar la idea de que ese corazón le perteneciera a Lali.

Era mejor si acababa las cosas ahora, cuando apenas había comenzado. Lali no podía estar enamorada de él todavía, y se olvidaría él en un santiamén. ¿Y el encaprichamiento que tenía con ella? Estaba seguro de que era sólo temporal y nada de qué preocuparse. Unas copas de vino y algunos coqueteos con algunas mortales interesadas, acelerarían su desaparición por completo.

Peter volvió su mirada hacia las dos mujeres con las que había estado hablando, pero no pudo recuperar su ánimo. Él no quería coquetear con las dos chicas tontas que tenían tierra en el cerebro y se lo comían con los ojos como si fuera su boleto para la comida siguiente. ¿Acaso no habían entendido nada de su conversación con Lali? ¿Aún no se daban cuenta de lo sinvergüenza que era? ¿Del hecho de que no se podía confiar en él?

—Perdonen—, dijo y se alejó.

Sus ojos recorrieron el bar, pero Lali se había ido. Debía tratar de hablar con ella y explicarle su razonamiento. Era una mujer inteligente. Entendería por qué no podían continuar su relación. Si pudiera hacerle entender que no era bueno para ella, entonces tal vez no lo odiaría. Por qué le importaba, no estaba seguro.

Por el amor de Hades que no estaba seguro de nada últimamente. Sólo una cosa era cierta: que debía darle una explicación a Lali, y ella la tendría esa noche. Y si estaba herida aún después de que le dejara claro que ella estaba mejor sin un pendejo como él, le borraría su memoria.

Peter se dirigió hacia el baño, queriendo salpicarse la cabeza con agua fría.

Antes de que pudiera empujar la puerta del baño para abrirla, dos hombres lo agarraron por detrás y lo empujaron a la puerta de atrás, en el estacionamiento.

—¡Qué mierda!— Peter se sacudió para salirse de su control y giró sobre sus talones.

Miró a los dos matones, mientras lo fulminaban con la mirada. No eran el tipo habitual de tipos que se metían en peleas de bar con él. Para empezar, eran de mayor edad, no eran muchachos pequeños que no podían contener el licor y, posteriormente, comenzaban una discusión. Los dos estaban bien vestidos y parecían bastante sobrios.

Los reconoció. Habían ocupado la mesa detrás de él. Y estaba absolutamente seguro de que no los había insultado de ninguna forma.

—Creo que voy a enseñarte buenos modales, imbécil—, anunció uno de los hombres.

—Vete a la mierda. Yo no te he dado ninguna razón para atacarme—. Con un movimiento de impaciencia, Peter hizo un intento de darse la vuelta, pero el segundo hombre de repente se abalanzó sobre él.

—Tú idiota, le hiciste daño a Lali. Eso significa que tendrás que vértelas con nosotros. Ella es una buena chica. Nadie hiere a Lali y se sale con la suya.

¡Ah, mierda! ¿Cómo Lali había logrado enviar a sus amigos detrás de él con tanta rapidez? ¿Y por qué haría eso? Nunca había esperado que fuera vengativa. Una extraña sensación de decepción cortó a través de él. No es que él no se mereciera una buena paliza. Y tal vez era justo lo que necesitaba.

Hizo un gesto con sus brazos hacia el más grande de los dos. —Haz lo que quieras.

En cuestión de segundos, los puños volaban mientras Peter enfrentaba al amigo de Lali en una pelea, dando golpes y patadas tan rápido como las recibía.

Pero el tipo no podía hacerle mucho daño gracias a los poderes divinos de Peter y su
fuerza superior. En realidad no era una pelea justa.

—¿No quieres ayudar a tu amigo?— Peter se burló del otro. —Parece que está a punto de ser acabado—. Mostró una sonrisa al hombre, pero no mordió el anzuelo.

—Dos para uno no es justo—, respondió y se mantuvo fuera de la lucha.

Parecía que tenía que sacar la artillería pesada para hacer que el hombre participara en la lucha. Mientras Peter le daba a su oponente otro gancho a la barbilla, continuó, —le di a Lali exactamente lo que se merecía. Ella quería ser cogida, así que me la tiré. Ustedes deberían haberla oído gritar de placer—. Por los dioses, se sentía como un idiota diciendo algo tan cruel.

Los ojos del segundo hombre al fin brillaron de ira. Un momento después, se abalanzó hacia Peter y lo golpeó con su puño en la cara. La cabeza de Peter se azotó a un lado, y oyó un crujido. La sangre llenaba sus fosas nasales y corría por la cara. Mierda, le dolía, pero al menos la sensación era mejor de lo que había sentido antes: la culpa por botar a Lali y el dolor por haberle hecho daño.

—¿Eso es todo lo que tienes?— dijo Peter con sangre en la barbilla y la nariz y desatando una sonrisa burlona.

En respuesta, los dos hombres se abalanzaron una vez más, dirigiendo sus ganchos hacia él.

¡Los mortales! Eran provocados tan fácilmente.

—¡Pendejo!— Uno de ellos dijo y le propinó un fuerte puñetazo en el intestino de Peter, sacándole el aire de manera temporal. El otro aprovechó la ocasión y plantó su pie en el hueco detrás de la rodilla de Peter, haciéndole perder el equilibrio. Peter aterrizó sobre el culo. Antes de que pudiera rodar hacia un lado y saltara hacia arriba, el más grande de los dos asaltantes cayó con fuerza sobre su estómago, fijándolo en el suelo. El segundo tipo al instante cayó a su nivel y golpeó la cara de Peter con los puños.

El sabor de la sangre en su nariz y la boca era nauseabundo, y la presión en la cabeza aumentó. —¡Malditos pendejos!— Esto ya no era gracioso.

Con su última pizca de fuerza, Peter envió una ráfaga de energía hacia ellos, lanzando a los dos lejos en el estacionamiento. Cuando se incorporaron, intercambiaron una mirada rápida antes de saltar. —¡Mierda! ¡Salgamos de aquí!

Y entonces los peleles corrieron por el oscuro callejón. —Mariquitas débiles— gritó Peter detrás de ellos mientras se sentaba. Su cabeza le daba vueltas, y se detuvo en su movimiento. —¡Ah, mierda! ¡Me siento como una mierda ahora mismo!

—¡Perfecto, porque te pareces a ella, también!— Comentó una voz femenina.

Giró su cabeza Peter y encontró de pie a Hera tan sólo a unos metros de distancia de él.

Estaba vestida con ropa de mortal… pantalones ajustados de cuero y un bustier de encaje para ser exactos… en lugar de la fluida túnica de siempre.

—¿Disfrutas de la vista?— Gruñó.

—De hecho, sí. El verte la cara destrozada me da algo aquí—. Ella le apretó la mano contra su pecho y le dio una dulce sonrisa.

—Supongo que no es compasión.

Hera dio un gruñido no como una diosa. —No me tomes por tonta. Tenemos que hablar.

—¿Desde cuándo tenemos algo de qué hablar?

—Desde ayer—. Ella frunció los labios. —Vi lo que hiciste anoche.

La ira se levantó al instante en su estómago. Él inclinó la cabeza y entrecerró los ojos. —¿Acaso los dioses no acaban de decidir quedarse fuera de las respectivas habitaciones de los demás, cuando no les concierne personalmente?

La idea de que Hera había visto su encuentro íntimo con Lali, lo quemaba. Lo que habían hecho era privado, algo que él no quería compartir con nadie, algo que apreciaba. Demonios, ¿cómo la había cagado tanto con Lali? Tenía que arreglar eso, y rápido, antes de que las cosas se pusieran peor.

Hera levantó la mano como si fuera a inspeccionarse las uñas. —Ah, eso. Sí, creo que mi marido infiel emitió tal decreto. Pero, por supuesto, no se aplicará en mí. Y además, esto me concierne personalmente.

Peter intentó levantar su cara, pero para su sorpresa, no pudo. Se sentía como si alguien estuviera presionando contra su pecho, deteniendo su avance. ¿Qué carajo? Apuntó una mirada enfadada hacia Hera. ¿Qué estaba tramando la perra?

—Y no te molestes en levantarte. Me temo que esos dos tipos te han molido a golpes y ya estás demasiado débil.

—¡Les di una patada en el culo!— Protestó Peter.—Estoy perfectamente bien.

—Tal vez estás muy bien, pero ¿has pensado en cómo se siente Lali? Incluso puedo oír su llanto ahora.

Su estómago se retorció en agonía, y deseaba poder echarle la culpa a las heridas que sus agresores le habían hecho, pero la causa de su dolor no era física. El saber que Lali estaba llorando le dolía. —¡No es tu maldito asunto, Hera, así que permanece fuera de esto!

—No puedo. Como diosa tengo ciertas responsabilidades. Y una de ellas es asegurarme de que ningún mortal sea maltratado a manos de un dios.

—Yo no la he maltratado. Yo sólo...

—¡No me interrumpas! ¡Eres como tu padre! ¡Nunca se callan cuando deberían escuchar!

Peter empujó contra su poder, pero ella era mayor y más fuerte que él, y mientras lo quisiera, ella estaría a cargo. Era una diosa olímpica, y todos los dioses olímpicos tenían poderes superiores a los otros dioses. Mientras que Zeus era el más fuerte de ellos, Hera ejercía más poder del que Peter podía hacer aparecer.

Estaba a su merced, y él la odiaba aún más por eso. —¡Perra!

 Hera se encogió de hombros. —Puedes llamarme como quieras. Estoy acostumbrada a ello. Pero no te permitiré que le hagas daño a esa mortal por más tiempo.

—¡Lo hecho, hecho está!— Siseó, al mismo tiempo que su culpa se hacía nudo en su estómago.

—Puede ser reparado.

—No te metas en mis asuntos. Te arrepentirás—, advirtió, pero sabía que su amenaza pesaba poco. —Si Zeus se entera, él...

—Entonces, sólo tendremos que asegurarnos de que no se entere, ¿no?— Ella lo honró con una sonrisa taimada.

—¿Realmente crees que yo no te delataría? Si lo crees, es porque no me conoces en absoluto—. En el mundo de los dioses ningún golpe era demasiado bajo, nada era demasiado malo para vengarse de otro dios o diosa....

Se llevó la mano a la boca en un gesto fingido de shock. —¡Oh, no, qué terrible! Bueno, supongo que tendré que evitar que eso suceda entonces—. De repente, su tono cambió. —Porque si no te acuerdas de quién eres, supongo que no serás capaz de llamar a tu padre, ni a tus amigos, ni a nadie.

—Pero qué mier...

—No digas “mierda” de nuevo. Realmente odio esa palabra. Me crispa los nervios—. Luego levantó sus dos manos hacia el cielo. —Voy a darte una lección.

Deberás tratarla de una manera diferente esta vez, porque me aseguraré de que no sepas lo idiota que realmente eres. Esta vez será tú serás el que estará obsesionado con ella, y ella te llevará de la nariz. Luego podrás ver lo que se siente. No puedo quitarte todos tus poderes, pero puedo asegurarme de que no sepas que los tienes. Y ahora, mi querido muchacho, espina en mi ojo, caerás en un profundo sueño, y cuando despiertes, no tendrás idea de quién eres o lo que te pasó —¿Peter quién? Preguntarás—. Entonces se echó a reír, y el sonido se hizo eco en contra de los edificios y rebotó en los pocos coches del estacionamiento.

¡Ah, mierda! Fue su último pensamiento coherente antes de que la oscuridad lo envolviera y lo arrastrara hasta un pozo sin fondo.





Continuara....

19 comentarios:

  1. otroooooooooooooooooo

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  2. que tarado como va decir eso!!

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  3. mas noveeeeeeeeeeeeeeeeee

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  4. Esto se puso interesante je! Más!

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  5. Recien lo lei!! Subi otro Juli!!!
    Creo que lali no va a querer saber nada de el, y el pobre no va a saber quien es...esto se pone interesante!!!
    Beso grande!!
    @IEMSGM

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  6. bien ahi Hera!!! grosa!! hay q darle una buena leccion a pitt!
    jaja
    MAS!!!!!
    BESOS
    wilow

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  7. Buena leccion.Merecidapaliza

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  8. poooorrrrrfffffffffaaaaaaaa sube mmmmmmaaaaaaaaassssssss

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  9. AMOR POR HERA! Nah nah na QUEE GROSAA ESA DIOSA POR DIOS LA AMO, ES MI PERSONAJE FAVORITA AHI ARRIBA ESTA!
    MARIANAA VENGATE POR DIOS
    MAS
    Beso,Anto

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  10. aqui empieza lo bueno jajajjajaj mas plis

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  11. AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH CHAN CHAN CHAN lo que se viene! ♥ @LuciaVega14

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Gracias por leer. Espero tu comentario :)