sábado, 22 de junio de 2013

Capítulo 19:



Desde que se quedó dormido en el sofá de Lali, Peter no la había visto y había hablado con ella, sólo brevemente por teléfono. Sus horarios estaban en conflicto. Lali estaba atada a la tienda, ya que era el día libre de Lisa, y Peter trabajaba tanto en el almuerzo como en el turno de noche en el restaurante. El siguiente día no había sido mejor.


Cuando Peter despertó tarde el tercer día, sus ojos se posaron sobre la invitación de boda que había dejado en su mesita de noche como un recordatorio.

Aunque tenía que trabajar en el turno de noche en el restaurante, y por más que quería ver a Lali y llevarla a comer, él sabía que era más importante hablar con Agustín y Candela y averiguar lo que sabían de él. Esperaba que no fuera para ellos sólo alguien que apenas conocieran.

Después de una ducha rápida, Peter se vistió con pantalones caqui y una camisa polo y se fue.

El sol ya estaba alto en el cielo. Había dejado el restaurante pasadas las once y había caído en la cama en el momento en que había regresado a casa, completamente agotado y aniquilado. Si esto era su vida, tenía que cambiar las cosas. Trabajar como camarero finalmente lo mataría. Tenía que haber algo más para lo que él fuera bueno y en lo que pudiera encontrar trabajo. Sabía que era inteligente y hablaba varios idiomas.

¿Por qué tenía que trabajar como camarero?

Seguía contemplando su suerte cuando llegó al Bed and Breakfast. Entró por la puerta y subió las escaleras, llegando hacia la zona de recepción. Cuando oyó pasos detrás de él en el pasillo, giró.

Una guapa joven morena de cerca de unos treinta años salía de la cocina, una gran sonrisa en su rostro. —¡Peter! ¡Qué agradable sorpresa! Llegas justo a tiempo para el almuerzo.

Ella le dio un fuerte abrazo y lo besó en la mejilla.

Aliviado de que la mujer lo reconocía, supuso, —Debes ser Cande.

Ella frunció la frente por un momento. Luego arqueó los labios con una sonrisa. —Muy gracioso. ¡No nos ausentamos por tanto tiempo!— Ella se volvió hacia la cocina detrás de ella. —¿Agustín?

—¿Qué necesitas, Agapi mou?—, respondió una voz de hombre.
 
Peter no reconoció la voz, pero él entendió las palabras de cariño que el hombre utilizó. Y sabía lo que significaba: mi amor. El hombre había hablado la lengua griega... el idioma natal de Peter. Esta era una buena noticia. Apostó su trabajo de mierda, que él era muy amigo de ese hombre.

—Peter está aquí.

Un hombre alto y rubio con la piel bañada por el sol y un cuerpo tonificado salió de la cocina un segundo más tarde. Estaba vestido con pantalones cortos y una camiseta.

—¡Eh, Dio, me alegro de verte! ¿Quieres unirte a nosotros para el almuerzo? Sólo iba a poner un poco de mariscos a la parrilla.

Peter sonrió. Estos eran sus amigos, y por lo que parecía, eran amigos cercanos. —Me encantaría—. Sin embargo, él todavía se sentía como un ladrón que se había infiltrado en un lugar donde no pertenecía. No reconocía ni a Candela ni a Agustín.

—Voy a colocar un plato extra. ¿Puedes ayudarme a traer una botella de vino, Peter?—, preguntó Candela mientras seguía a Agustín.

Peter entró en la gran cocina de tamaño industrial y la estudió. Si Candela quería que consiguiera una botella de vino, entonces era claro que sus amigos no estaban preocupados por su forma de beber, como lo estaba Lali. Francamente, eso era un alivio.

Se había apartado del vino en los últimos días desde la reunión de AA, pero lo extrañaba y sabía que no podía ser justo para él que dejara el vino para siempre.

—Peter, el vino—, le recordó Agustín mientras él amontonaba el camarón, el calamar y trozos de pescado en un plato grande, mientras Candela sacaba un plato y los cubiertos.

Peter escaneó la cocina en busca de las botellas.

—¿Pasa algo?—, preguntó Agustín y le dio una mirada de curiosidad.

Peter se frotó la nuca. Tal vez debería decir la verdad inmediatamente y acabar de una vez. —Tal vez podrías decirme dónde guardas el vino. No me acuerdo.

Agustín levantó una ceja, y luego hizo un gesto con la mano hacia un aparador. La puerta del aparador se abrió, revelando un estante de vino detrás de él. Peter se sacudió hacia atrás, golpeándose la cadera en el mostrador detrás de él.

—¡Mierda!— ¿Cómo era posible que la puerta se abriera mágicamente cuando nadie había tocado el mango? ¿Qué demonios estaba pasando aquí?

Tanto Agustín como Candela dejaron lo que estaban haciendo y lo miraron como si hubiera perdido la cabeza. ¿Era así? ¿Estaban regresando las alucinaciones que había tenido hace unos días? Y, demonios, ni siquiera había tomado nada de vino.

—¿Por qué estás tan nervioso?—, preguntó Agustín.

Dio un vistazo atrás hacia el aparador ya abierto y vio las botellas de vino en el interior.

Tal vez había una explicación simple para ello. Las bisagras de la puerta podían estar defectuosas y abrirse con la más mínima brisa. Eso tenía que ser. —Me sorprendí en el momento en que la puerta se abrió sin que nadie la tocara.

—Eso es porque yo la abrí.

Peter giró la cabeza hacia Agustín. —Pero si no tocaste la maldita cosa.

Agustín intercambió una mirada con Candela. Luego apoyó el plato que llevaba. —Está bien. Basta. Ahora. ¿A qué mierda estás jugando? Nadie, excepto nosotros tres está aquí para ser testigo de mis poderes. Ni siquiera Zeus se opondría a eso. Así que es mejor que me digas ahora qué es lo que está pasando—. Él miró a su esposa. —Estás haciendo que Candela se preocupe.

Las palabras de Agustín revolvieron el cerebro de Peter. ¿Poderes? ¿Zeus? ¿De qué estaban hablando? ¿Era este hombre realmente su amigo? ¿Y si era un chiflado?

¿Podría confiar su secreto a él y confesarle que había perdido la memoria? ¿Qué pasaba si el tipo sólo le decía cualquier tipo de basura, porque sabría que Peter no podía confirmarlo o negarlo?

—Estoy esperando.

Peter miró los ojos de Agustín azules como las profundidades del océano y vio su impaciencia. Pero aparte, había algo más: preocupación. Ese conocimiento fue lo que le hizo hablar.

—Tengo amnesia.

Hubo un momento de silencio antes de que Agustín estallara en risas. Candela se le unió, pero Peter no podía ver la gracia en todo eso. —No sé quién soy.

Agustín suprimió su risa. —¡Muy buena, Peter! Casi me engañaste. Sin embargo, como ambos sabemos, los dioses no pueden perder la memoria.

—Hasta yo sabía eso—, agregó Candela con una sonrisa.

—¿Dioses? Te lo digo, perdí la memoria. Me dieron una paliza una noche y cuando volví en mí, no podía recordar nada de lo que sucedió antes de esa pelea. Pregúntale a mi prometida. Ella se los confirmará si no me creen.

De repente, ambos Agustín y Candela, detuvieron su risa e intercambiaron una mirada preocupada.

—Peter, a menos que te hayas comprometido en los últimos cinco días, tú no tienes una prometida.

El pánico se estrelló contra él. Agustín tenía que estar equivocado. Tal vez él no era un amigo cercano, después de todo. —Te equivocas. Lali es mi prometida. Hemos estado comprometidos durante varios meses—. Y él no la iba a dejar.

—¿Y cómo sabrías eso si has perdido la memoria? ¿Ves cómo tu historia no cuadra? Incluso Eros podría hilvanar algo mejor.

Peter no tenía ni idea de quién era Eros, pero eso no importaba ahora. —Lali me lo dijo. Ella dijo que hemos estado comprometidos por unos meses—. En realidad, Lali le dijo que habían estado saliendo durante siete meses antes de comprometerse, y a él se le había olvidado preguntarle, hace cuánto tiempo eso había tenido lugar.

Agustín negó con la cabeza. —Déjalo, Peter. Vamos a comer. Me muero de hambre—. Salió de la cocina. Peter que estaba sobre sus talones, lo siguió por las escaleras exteriores al jardín, donde había una mesa bajo una gran sombrilla. A unos metros de distancia, una parrilla los esperaba.

—Tienen que creerme. La única razón por la que estoy aquí, es porque encontré una invitación de boda de ambos. Imaginé que podrían ayudarme a averiguar quién soy.

Agustín puso el plato de mariscos crudos junto a la parrilla y levantó la tapa.

—Está bien. Te seguiré la corriente unos cuantos minutos más. ¿Quieres saber quién eres?

Peter asintió con vehemencia. —Sí. Lo único que sé es lo que encontré en mi apartamento. Mi licencia de conducir, dice Peter Lanzani.

Agustín sonrió. —Es un nombre muy apropiado el que has elegido para tus interacciones mortales. El dios Peter.

—¿Qué quieres decir para interactuar con los mortales? Y ¿qué pasa con ese dios?

—Tú—. Agustín le dio con su dedo al pecho de Peter.—Tú eres Peter, el dios del vino y el éxtasis. ¿Estás feliz ahora? ¿Podemos terminar este ridículo juego?

—No estoy jugando un juego—. Peter corrió la mano por su pelo. —¿Cómo puedo dejarte en claro que no entiendo nada de lo que me estás diciendo? ¿Por qué te burlas de mí? Si somos amigos de verdad, ¿por qué no me dices la verdad?

Detrás de él, Candela terminó de añadir el lugar extra en la mesa. —Él te dijo la verdad, Peter. Tú deberías saberlo mejor que nadie, antes de acusar a Agustín de mentirte.

Peter se volvió hacia ella y se dio cuenta de su mirada de preocupación. Tal vez se apiadaría de él, si le rogaba el tiempo suficiente. —Candela, somos amigos, ¿verdad?

Ella asintió y tomó asiento. Peter se unió a ella en la mesa y se sentó.

—Entonces, ¿podrías sólo escucharme?

—Puedo hacer eso.

—No te sientas obligada a hacerlo—, advirtió Agustín mientras colocaba el pescado en la parrilla.

—Vamos a ver lo que tiene que decir. Adelante.

—Gracias. Así que, como ya he dicho, yo estaba en una pelea de bar.

—Suena bien—, interrumpió Agustín.

Candela le lanzó una mirada ligeramente de regaño, provocando un simple encogimiento de hombros de Agustín.

—Me dieron una paliza, y debí haberme desmayado y tal vez caí en contra de algo y me golpeé la cabeza, porque cuando desperté, no tenía ni idea de quién era o qué había sucedido. Por suerte, mi prometida estaba allí, Lali. Ella me vendó y me llevó a casa. Si ella no hubiera estado allí, yo ni siquiera hubiera sabido dónde vivía.

Peter sonrió para sus adentros. Dioses, estaba tan agradecido con ella por cuidar de él.

—Así que todo lo que sé acerca de mí, es porque ella me ayudó a entender las cosas. Ella se aseguró de que mi jefe supiera que no estaba bien. Llamó para reportarme enfermo.

Candela se quedó boquiabierta. —¿Tu jefe? Peter, tú no trabajas.

—Por supuesto que trabajo. Soy camarero en un pequeño restaurante del centro. Se llama el...

—¿Un camarero?— Se acercó a la mesa Agustín, las lenguas de barbacoa en la mano. —¿Estás trabajando como camarero?

Peter asintió con la cabeza, pero se sintió avergonzado al mismo tiempo. Se sentía como un don nadie admitiéndolo. —En este momento, sí. Pero creo que, tal vez pueda hacer algo mejor y encontrar algo diferente, tú sabes, tal vez un puesto gerencial. No sé.

—Dime una cosa. ¿Qué hiciste en los últimos días?—, preguntó Agustín, una curiosa expresión estaba en su rostro.

—Más que nada, trabajar. Tuve turnos tanto en el almuerzo como en la cena en los últimos días. Ahora sólo haré el turno de la cena, fue por eso que pude pasar por acá.

Agustín giró su cabeza a Candela. —Creo que está diciendo la verdad.

—Me temo que sí—, ella estuvo de acuerdo.

—Esto es malo.

Peter levantó las manos. —¿Qué hay de malo en que diga la verdad?

—¿Vas a decirle tú o lo hago yo?—, preguntó Candela.

—Agapi mou, creo que esto necesita más delicadeza de la que yo poseo—, admitió Agustín y regresó a la parrilla para sacar el pescado de la parrilla.

Candela tomó la mano de Peter y la apretó. —Si lo que estás diciendo es verdad, entonces creo que estamos ante un gran problema, porque lo que Agustín te dijo es la verdad: eres el dios del vino y el éxtasis, y si has perdido tu memoria y no puedes realizar tus funciones como dios, habrá un desequilibrio en este mundo. Las uvas morirán, y el vino se convertirá en vinagre. Tenemos que tratar de hacerte recordar quién eres.

Agustín colocó el plato con mariscos a la parrilla en el centro de la mesa y se sentó. —No podría haberlo dicho mejor.

Peter sacudió la cabeza. ¿Él era un dios? Imposible. —Los dioses no existen—. ¿Qué clase de drogadictos de la nueva era tenía enfrente?

—Sí existen. Sin embargo, los mortales no lo saben.

—Entonces, ¿ustedes dos qué son?—, desafió Peter, todavía sin ser capaz de digerir la información. Tenía que haber otra explicación.

—Candela es mortal, pero yo soy el dios del mar y los marineros. Mi padre es Poseidón.

El nombre le sonaba, pero Peter lo atribuía al hecho de que probablemente había estudiado mitología o historia, y teniendo en cuenta que hablaba griego, no era raro que él reconociera el nombre. —Lo siento, Agustín, pero no puedo creer nada de lo que me estás diciendo. Es imposible. Me dieron una paliza bastante fuerte y perdí la memoria. Eso es todo lo que sé. Pero yo no soy un dios.

Agustín puso unos cuantos trozos de pescado y camarón en el plato y se sirvió ensalada mixta. —Come.

Peter llenó su plato y empezó a comer. El hecho de que no creyera las  historias que ambos le estaban diciendo, no quería decir que tenía que pasar hambre.

—Cuando te dieron la paliza, ¿tu rostro quedó muy golpeado?—, preguntó Agustín.

Peter encontró la pregunta muy extraña, pero no obstante, respondió. —Mi ojo estaba hinchado, tenía el labio partido y algunas contusiones.

—¿Y a la mañana siguiente?— Agustín le hizo un guiño a su esposa. — Déjame adivinar: tu rostro se veía perfecto.

Peter se echó hacia atrás en su silla y dejó caer el tenedor en el plato. —¿Cómo lo sabes?— Luego se inclinó hacia delante y recogió su tenedor de nuevo.

—Supongo que no era tan malo como pensé al principio. Probablemente sano rápido—. Eso es lo que se había dicho ese día, a pesar de que había encontrado extraña la situación.

—Los Dioses sanan cualquier herida en cuestión de horas. Al menos eso me dice que tus poderes divinos están intactos y en perfecto estado a pesar de tu amnesia.

Eso lo explicaría, pero no, no era prueba suficiente para Peter.—Tal vez.

Pero podría ser sólo una persona normal que se cura rápidamente.

—¿Así que quieres pruebas?

—¿Realmente esperas que crea tu fantástica historia sin pruebas?— Peter se metió otro trozo de calamar en la boca y masticó. —Buena comida, por cierto.

—Los atrapé yo mismo esta mañana.

—¿Tú pescas?

Agustín sonrió. —Yo buceo.

Candela se echó a reír. —A Agustín le encanta pescar con la mano.

Otro cuento, Peter estaba seguro. Esta pareja era cada vez más sinvergüenza con sus historias con cada minuto que pasaba. —Claro.

—Oh, nos olvidamos del vino—, dijo de pronto Candela. —Agustín, ¿podrías?

—Peter lo iba a traer—, dijo Agustín.

Peter empujó su silla hacia atrás. ¿Acaso no era considerado de mala educación para el anfitrión, hacer que un invitado buscara las cosas? Estaba a punto de levantarse cuando Agustín sujetó su mano sobre su brazo, haciéndolo detener su avance.

—No hay necesidad de levantarse. Sólo trae la botella.

Confundido, Peter se le quedó mirando. —Eso es lo que estaba a punto de hacer. Así que, si no te importa—. Él le dio una mirada molesta a la mano de Agustín, que seguía sujetando el antebrazo de Peter.

—Usa tus poderes—. Agustín dio una rápida mirada por el jardín. —Estamos solos. Es seguro.

—¿Qué poderes de mierda?— Peter ya había tenido suficiente de esta charlatanería.

—Puedes hacer aparecer la botella. Imagínate que está aquí, y lo hará.

—No puedo desear algo y…— Peter detuvo sus propias palabras. La noche después de su paliza, había deseado alimento y de repente encontró un plato de exquisiteces en su cocina. ¿Lo habría hecho él después de todo? ¿No había sido una alucinación?

—Así que recuerdas...

Con las palabras de Agustín, Peter se salió de sus pensamientos. —No, no lo recuerdo, pero algo extraño sucedió hace unos días. Yo quería un poco de comida. Y me pareció verla aparecer. Pero no puede haber sido real. Tenía una resaca y estaba imaginando cosas.

—Lo hiciste aparecer sin saber lo que hacías. Hazlo ahora. Tráenos esa botella, ya que por mi parte, necesito un trago—. Agustín le dio otro guiño para alentarlo.

—No funcionará—. A pesar de sus palabras, Peter hizo lo que Agustín había sugerido. Pensó en la botella de Chardonnay francesa que había visto en la cocina y se la imaginó en la mesa.

De la nada, la botella que imaginó de repente estaba frente a él. Peter se sacudió hacia atrás, pero la mano de Agustín lo mantuvo sentado.—¡Mierda! ¿Yo hice eso?

Agustín sonrió, mostrando sus dientes blancos. —¿Me crees ahora?

¿Tenía otra opción? —¡Mierda! Soy realmente un dios, ¿no?






Continuara...


¿y ahora?

¿quieren más? 

19 comentarios:

  1. Jajajajaja poobre pibee no entiende ni J OBVIOOO QUE QUIEERO MAS PIBA NI PREGUNTES
    MAAAS
    Beso,Anto

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  8. Pobre Peter debe pensar que se esta volviendo loco, Mas!

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  9. maaaaaas ya quierooo maaaaas..me re encaantaaaa..jeje..Lali que hara ahora??jeje..@pl_mialma

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  10. jajajajajajjajajaja pobre pitt!! No mas bn pobre lali... la q le esperaa!!

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  11. mas mas mas mas mas mas mas quiero saber que pasa

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  12. Al fin alguien que lo ayuda a recuperar la memoria, lo malo es que cuando se entere de que Lali lo engaño se va a enojar, como me rei cuando dijo que trabajo como Camarero JAJAJAJA ♥ @LucaVega14

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Gracias por leer. Espero tu comentario :)