Capítulo 12:

Mientras se bebía la primera copa en el sucio bar que había encontrado, Peter se sentía un poco mejor. Pero su enojo por la acusación de Lali no había disminuido... ni siquiera un poco. ¿Cómo podía esperar que él renunciara al vino?

Precisamente cuando había descubierto que el vino parecía ser la única cosa que provocaba algún tipo de memoria en él. ¿Cómo podía dejarlo de lado? ¿Y si era la única manera para recuperarse de su amnesia?

Peter sacudió la cabeza y pidió otra copa. Lo que ella le exigía era inaceptable. En el fondo sabía que él no era el tipo de hombre que habría estado de acuerdo con sus condiciones en primer lugar. Sólo un maldito dominado lo habría estado. Y no creía pertenecer a esa vil especie. Podría haber perdido la memoria, pero él sabía cómo se sentía.

Deseaba a Lali, ardía en deseos de tocarla y enterrarse en ella hasta la empuñadura, pero no era el idiota que permitía que una mujer lo mandoneara así, ni siquiera una que amara.

Tenía que haber otra razón por la que no quería dormir con él, porque su afirmación de que era su forma de beber lo que la retenía, era demasiado absurda.

¡Diablos, era dueña de una tienda de vinos! Ella de entre todas las personas debería entender su amor por el vino, y reconocer que, hasta donde él sabía, no era un borracho.

No, ella estaba enfadada con él por algo más, y por el amor de Hades, que encontraría de qué se trataba.

¿El amor de Hades? ¿De dónde en el Olimpo se le ocurrían esas extrañas expresiones?

Se bajó la siguiente copa como la primera y siguió pidiendo. El tiempo de cerrar llegó demasiado pronto para su gusto, pero tal vez era mejor así. Se tambaleó hasta su casa, con las piernas casi cediendo mientras caminaba por las escaleras.

Logró llegar hasta su sala de estar.

Lo último que vio fue un ramo de flores sobre el mostrador de la cocina. Las había comprado para Lali, con la idea de darle una sorpresa, pero nunca tuvo la oportunidad de dárselas.

Tal vez era mejor así. No había necesidad de darle más razón haciéndola creer que era un imbécil embrutecido que le daría todo lo que exigía.

Su cabeza le daba vueltas, el alcohol en su sangre finalmente haciéndole efecto. Se desplomó boca abajo sobre el sofá y se desmayó.

***

Algo hizo que su ojo se moviera involuntariamente. Sin embargo, apenas despierto, Peter abrió un ojo y se encontró con un brillante rayo de sol. —Helios, te odio en este momento—, murmuró en voz baja.

Un momento después, trató de levantarse de golpe de la cama. ¿Qué tipo de basura estúpida estaba hablando? ¿Quién demonios era Helios? Un pensamiento vino y se fue tan rápido, pero no le pegó. ¿Podría ser un profesor de química? Tal vez había querido decir helio, pero ¿por qué?

Peter se miró y vio sus ropas arrugadas. ¡Grandioso! Había dormido con ellas, era la evidencia de que había estado demasiado fuera de sí ayer por la noche, para pensar con claridad. Cuando intentó levantarse, su cuerpo protestó. ¡Mierda, le dolía la cabeza! Tal vez la última copa había sido demasiado, después de todo. Él fue el primero en admitirlo.

Sin embargo, los otros vasos antes, habían estado bien.

Hizo otro intento de levantarse y se balanceó mientras se ponía de pie. Esto no era tan bueno. Como si estuviese de acuerdo, su estómago rugió. Necesitaba comida. Tal vez lo haría sentirse mejor.

Con pasos vacilantes, se arrastró hasta la cocina, cada movimiento se sentía como un mini terremoto en la cabeza. Cuando abrió la alacena encima del lavabo, el sonido de las viejas bisagras crispaba en sus sienes. Sus ojos recorrieron el contenido, pero a excepción de una botella sin abrir de salsa picante y una botella de aceite de oliva, no había nada comestible. El armario de al lado, no demostró ser más fructífero.

Peter se agarró del mostrador antes de abrir la puerta del refrigerador y mirar hacia dentro. El vacío virtual lo recibió. No parecía que él tuviera mucho de cocinero. Todo lo que contenía su refrigerador era una botella de agua mineral con gas.

Su estómago gruñó. — ¡Sí, sí!— Lo que él no daría por un plato de aceitunas, queso feta y otros alimentos deliciosos en esos momentos.

Con una maldición en sus labios, cerró la puerta del refrigerador, haciéndolo vibrar en contra de las alacenas. Se dio la vuelta, listo para ducharse para que pudiera salir y encontrar algo de comida, cuando se detuvo en seco.

¡Mierda!

Allí mismo, en el mostrador que había estado vacío momentos antes había un plato lleno con todos los elementos que acababa de imaginar. Aspiró. Las cosas olían riquísimas.

Pero no podían ser reales. Tenían que ser una alucinación.

Vacilante, extendió su mano hacia el plato, tocando el borde. Sus dedos se conectaron con la porcelana. Se sentía real. Se alejó de nuevo de él. ¿Qué demonios estaba pasando aquí? Estaba cien por ciento seguro, que el plato no había estado allí antes.

¿Cómo podría estar allí ahora?

Algo estaba mal con él. Era la única explicación.

Peter se pasó la mano por el pelo, buscando en su limitada memoria una explicación. Le vino de la nada: el recuerdo de lo que había visto ayer, cuando él había bebido vino. El hombre de la nube. ¿Habría sido una alucinación también al igual que esta, y una muy real?

Un pensamiento terrible entró en su mente: ¿Y si Lali estaba en lo cierto? ¿Y si él tenía un problema con la bebida? ¿Qué pasa si se manifestaba en las alucinaciones?

La primera alucinación había llegado cuando él había tomado su primer sorbo de vino.

Lo habría interpretado como un recuerdo que regresaba, ¿pero y si estaba equivocado?

¿Qué pasaba si el vino había producido simplemente una imagen que no era real? ¿Y si el hecho de que tenía una resaca descomunal hacía que su mente imaginara otras cosas, cosas tan vívidas que incluso podía tocarlas y olerlas? ¿Estaba volviéndose loco?

Tenía que hacer algo al respecto antes de que fuera demasiado tarde.

Continuara....


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Juli ♥

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