sábado, 29 de junio de 2013

Capítulo 23:



Peter había pasado la noche casi sin dormir, dando vueltas en la cama después de haber acompañado a Lali a casa. No haberla llevado a su cama, cuando ella prácticamente le había rogado, había sido lo más difícil que había hecho en toda su vida.


Pero esto era parte de su plan. Él la convertiría en una necesitada y le haría enamorarse de él, y entonces, sólo entonces, le revelaría que él sabía de su engaño. La humillaría como ella lo había humillado a él. Entonces estarían a mano.

El único problema con su brillante plan era que no sólo le costaba detenerse a sí mismo de hacer el amor con ella, también se sentía como un total mentiroso de mierda por tratarla de esa manera, por engañarla. Como si hubiera desarrollado escrúpulos. O tal vez era simplemente el hecho de que él no podía contener su deseo por ella, porque sin importar su engaño y los juegos que le había hecho, no hacía nada para acabar con la necesidad de tenerla en sus brazos, para besarla, tocarla y hacerle el amor. Ahora que se acordaba de la noche que habían pasado juntos en los brazos el uno del otro, sabía lo bueno que sería estar con ella. Y lo quería de nuevo.

Quería sentirla retorciéndose contra él. Quería sentir los latidos de su corazón y sentir su aliento rebotando contra sus labios. Y probarla otra vez, por los dioses, él necesitaba eso también. No era de extrañarse que él mismo hubiera pensado que estaba enamorado de ella durante su amnesia. Su cuerpo debe haber recordado lo que era estar con ella y había anhelado más de ello. ¿O no era más que sólo los recuerdos de haberla sentido?

¿Estaba realmente sintiendo cosas que antes había pensado ser incapaz de sentirlas por sí mismo? ¿Qué pasaría si todo lo que le había hecho creer, se había convertido en realidad?

Peter respiró hondo. Su aroma todavía permanecía por todo su apartamento.

Dudaba que alguna vez se desvaneciera por completo, sin importar cuánto tiempo había pasado. Sus propias manos aún conservaban su aroma. Lo volvía loco, haciendo imposible el prohibir su presencia de su mente. Ni siquiera después de que se había masturbado en la ducha, imaginando que estaba con ella, había sido capaz de desprenderse de su imagen.

Sólo podía esperar que una vez que hubiera llevado a cabo su plan, finalmente habría acabado con su capricho con Lali. Porque eso era lo que tenía que ser: un capricho, nada más serio.

Era casi el amanecer cuando por fin se quedó dormido. El sonido del timbre de la puerta en el departamento de abajo, lo sacudió de su sueño. Cuando giró la cabeza y miró su reloj, se levantó. ¡Mierda! Él llegaría tarde al trabajo.

Saltó de su cama, tomó la ducha más rápida de su vida y recurrió a sus poderes divinos para el resto: un simple movimiento de sus dedos lo secó con una toalla, otro le peinó el cabello, y un último le vistió su cuerpo desnudo con ropa.

Sabiendo que su retraso era ya bastante malo, se tele-transportó a un callejón detrás del restaurante y utilizó la entrada de la cocina.

Luis, el chef latino que era tan ancho como alto, le lanzó una mirada molesta. —¿Dónde demonios has estado?

—¡Oye, tú no eres mi jefe!— Peter le gruñó y le dio la espalda. Si el idiota lo encabronaba más, lo convertiría en un sapo.

—¡No, pero yo sí lo soy!— El tono cortante en la voz de Eugenia, no dejaba ninguna duda en cuanto a su estado de ánimo.

Giró lentamente y pegó una sonrisa de disculpa en su rostro. —Lo siento, Eugenia, pero llevé a Lali a su casa después de la cena, y aún tuve que limpiar la cocina—. No era del todo cierto, ya que sus sirvientes se habían ocupado de ello para cuando había regresado a casa. Sin embargo, pensó que cuanto más lo hacía sonar que todo fue porque quería complacer a Lali, menos problema le causaría Eugenia.

Las emociones en conflicto se deslizaban sobre el rostro de Eugenia, hasta que finalmente asintió con la cabeza. —Bien, bien. Es sólo un mal momento. El restaurante está lleno. No tengo ni idea de dónde vino de repente toda esa gente. Ni siquiera son nuestros clientes habituales. Debe haber una convención de modelos de portada en la ciudad, o algo así.

Peter pasó a su lado. —No te preocupes. Yo me ocuparé de ello—. A través del vidrio circular de la puerta, se asomó al restaurante. —¡Ah, mierda!—

Maldijo.

Eugenia puso un delantal en su mano, y él distraídamente lo ató alrededor de su cintura.

—Ves, ¿qué te dije? Y todos están listos para ordenar.

¡Como si ese fuera el problema! Él podría haberle servido perfectamente a toda la población de Charleston, pero los clientes que ocupaban las mesas en ese momento eran una cuestión totalmente diferente.

—¿Qué estás esperando? Ve.

Un empujón de Eugenia lo catapultó a la guarida del león. Al igual que los lobos, lo devorarían, y como las hienas se reirían a costa suya. Porque si los dioses sabían algo, era esto: cómo deleitarse con la humillación de otro dios.

Cada mesa del pequeño restaurante estaba ocupada por una cara conocida.

Tres ninfas se sentaban en un rincón, Orión compartía una mesa con Afrodita, mientras que Helios, Apolo y Ares se habían unido en otra. Las diosas Eos y Selene, habían elegido taburetes en el bar, y sus amigos Eros y Hermes estaban sentados en una mesa cerca de la puerta. Por lo menos tenía dos aliados en la manada de lobos que habían venido a regodearse.

Peter pensó que debía estar agradecido de que ni Zeus, ni Hera, se hubieran presentado, a pesar de que estaba seguro de que su malvada madrastra sabía muy bien que estaba relegado a ser un camarero. Claro, él podría abandonar el trabajo en ese momento, pero también significaría renunciar a su plan de conseguir vengarse de Lali, y no estaba dispuesto a cambiarlo por eso.

—Camarero, todavía estamos esperando—. Una impaciente voz lo hizo girar la cabeza hacia Orión, el dios de los cazadores y medio hermano de Agustín.

Pero sólo porque Peter era el mejor amigo de Agustín, no significaba que se llevara bien con Orión. Demonios, ni siquiera Agustín lo hacía.

Los labios de Peter, se presionaron en una delgada línea, esforzándose en no hacer un comentario sarcástico en respuesta. Respiró hondo y se dirigió a la mesa de Orión. —¿Sí?

Tanto Orión como Afrodita se echaron a reír, a pesar de que al menos la diosa de la belleza, tuvo la buena voluntad de verse un poco avergonzada.

Orión le dio una severa mirada a Peter.—Dos copas de Merlot de la casa, y voy a comer bife, jugoso.

Afrodita señaló un lugar del menú. —Para mí, la ensalada de mariscos.

Peter sacudió la cabeza. Si querían molestarlo en su restaurante y hacer las cosas difíciles para él, pondría las reglas. —La carne es dura. Y la ensalada de mariscos es desabrida. Les traeré los mariscos con maíz.

Orión abrió la boca y levantó la mano en señal de protesta, pero Peter lo interrumpió. —Es eso o se van de acá. Ya.

El enfrentamiento tomó unos segundos hasta que Afrodita puso la mano sobre el brazo de Orión, y con cortesía sonrió a Peter.—Mariscos sobre sémola de maíz suena perfectamente delicioso.

A continuación, Peter se acercó a sus amigos y se dejó caer sobre la silla vacía. Eros sonrió. —Mira tú, verte trabajar. Imagina mi sorpresa cuando me enteré...

—Cállate Eros, o te moleré a palos aquí.

—Lo dice en serio—, agregó Hermes.

Eros cruzó los brazos sobre su pecho ancho. —Nadie es divertido en estos días.

Peter no le hizo caso y en su lugar fulminó con la mirada a Hermes. —¿Acaso ya nadie puede guardar un secreto? ¿Ni siquiera mis mejores amigos?

El intento por verse inocente de Hermes, habría hecho que cualquier actor fuese despedido. —Deberías haber especificado que no querías que nada de esto se diera a conocer.

Peter se apoderó de la camisa de Hermes y lo atrajo hacia sí. —Pensé que no hacía falta decirlo. Tal vez debería encontrar otros amigos—, dijo entre dientes.

Hermes se deshizo de su agarre y se enderezó. —Eros está en lo correcto, tú ya no eres divertido. Y además, ¿por qué siempre sospechas de mí? Si mal no recuerdo, nuestra querida madrastra tenía una mano en esto. Ella podría haber extendido la noticia a su alrededor.

Las cejas de Peter se juntaron. Probablemente Hermes tenía razón. Hera era una perra, y cualquiera que fuera la forma en que pudiera humillarlo, lo haría.

—He escuchado que esto es todo por una mujer—, interrumpió Eros.

Echó un vistazo a Eros, mientras se reclinaba casualmente en su silla y estiraba las piernas. —¿Y a ti qué te importa?

—Ser el dios del amor, tiene ciertas responsabilidades. Así que si esto se trata...

—No se trata de amor. No forma parte de tu territorio. Por lo tanto, déjalo—. Peter se puso de pie e hizo un movimiento con su mano para que se alejara.

—Bueno, ya que estoy aquí...— Miró el menú delante de él. —¿Qué hay de bueno?

—Mariscos en maíz—, dijo Peter automáticamente.

—Lo tomo.

—Que sean dos—, agregó Hermes. —Y un poco de vino. ¿Qué me recomiendas?

Recordando que Orión había ordenado Merlot de la casa, Peter decidió que todo el mundo recibiría lo mismo. Al menos de esa forma no podría mezclar las órdenes y avergonzarse a sí mismo. —El Merlot de la casa es excelente. Les traeré dos copas.

Un silbido le hizo girar sobre sus talones y se enfrentó a la parte infractora.

Ares le sonrió. —Garzón, estamos perdiendo la paciencia aquí.

Con dos zancadas, llegó a la mesa de Ares. —¡Yo no soy tu Garzón!— Gruñó Peter.

Ares intercambió una sonrisa con Helios y Apolo. —Pero tú eres nuestro sirviente hoy, ¿no? Así que sírvenos.

—¡Yo no soy sirviente de nadie!

Ares miró deliberadamente hacia el delantal de Peter.—Debes serlo, porque tienes puesto un delantal.

Él y sus compañeros de mesa estallaron en carcajadas. El sonido crispó los nervios de Peter.

Bien, si querían ser servidos, habría que servirles... a su manera.

—El especial de hoy es el marisco con maíz—, gritó por encima de sus carcajadas, haciéndolos callar al instante.

—Suena delicioso—, comentó Helios.

—Me serviré eso—, dijo Apolo.

Ares asintió con la cabeza. —Eso es todo, muchacho.

La mano de Peter se apretó en un puño y los tendones de su cuello sobresalían, pero mantuvo su furia bajo control. Después de tomar la orden de la mesa de las Ninfas, de las dos diosas en el bar, y de las otras tres mesas también ocupadas por dioses, irrumpió en la cocina y entregó las órdenes.

—Mariscos con maíz para todo el mundo.

Eugenia arqueó una ceja. —¿Todo el mundo? ¿Todos quieren lo mismo? ¿Qué son, algún grupo que viaja junto?

—Algo por el estilo—. Mientras el chef comenzaba a despachar las órdenes, Peter volvió a mirar a Eugenia. —Y una copa de Merlot de la casa para todo el mundo.

—Bueno, eso es fácil.

Peter siguió a Eugenia a la barra donde la vio verter el vino. A los cinco minutos, cada invitado tenía su vino y estaba esperando pacientemente por su comida. Peter trató de no escuchar sus conversaciones, pero su oído superior, lo hizo casi imposible no hacerlo. Al parecer, la noticia de su humillación a manos de una mujer mortal, hubiera estado en la página principal del Enquirer del Olimpo, si los dioses en realidad tuvieran un periódico. Como estaban las cosas, ningún medio era necesario para difundir las noticias. Era más fácil decirle a un chismoso y en pocos minutos, todos los del Olimpo lo sabrían.

Peter se metió en la cocina y recogió los primeros platos. Hizo un esfuerzo de servir a Ares y a sus amigos por último. A medida que equilibraba los tres platos en sus manos, un pensamiento diabólico se cruzó por su mente. Cuidadosamente colocó un plato frente a Helios y el otro frente a Apolo antes de fingir tropezar.

Con un movimiento rápido de la muñeca, Peter apuntó el plato y se abalanzó hacia Ares, dejando caer la humeante comida caliente en el regazo del dios de la guerra, mientras sostenía el plato.

Ares gritó de dolor y dio un salto, tratando de quitarse la preparación caliente y pegajosa de la ingle, donde probablemente estaba chamuscando las joyas de la familia. —¡Qué mierda!

Peter reprimió su sonrisa. —¡Lo siento mucho! Déjame ayudarte a refrescarte un poco—. Tomó la copa media llena de vino de Ares y lanzó su contenido en la parte delantera de los jeans de Ares.

Las risas de las otras mesas ya se escuchaban a través del restaurante.

Ares lo fulminó con la mirada, su rostro rojo de ira. —¡Idiota!

Peter sonrió. —Tú querías que te sirviera. Me temo que se me olvidó mencionar que no soy un camarero muy bueno.

Lo siguieron las risas de los otros dioses, mientras se retiraba a la cocina.

Ahora bien, la atracción se había apartado de él, y Ares sería el blanco de sus bromas durante la siguiente hora.



Continuara...

13 comentarios:

  1. jaaajajajajjjaja hay no esta casi todo el olimpo jajajaja es verdad peter no es muy camarero pero con gusto voy a que me sirva :P hay no jajajjaja massssssssssssss!

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  2. Masss noveee!!! Subi otro capitulo porfavor.


    @nathiea1024

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  3. jaja estubo muy bueno subi otro dale porfa

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  4. que risa podre peter :):):):):):)
    masssss

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  5. jajajajjajaja claro q euge no se imagina que tiene a la mitad del olimpo sentados en su restauran jajajjajaja

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  6. jajjaa como se burlaron de mi Amor pero Lali ya no es tan solo 1 capricho ehhh
    @Masi_ruth

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  7. Pobre Peter, como pudieron sus amigos hacerle eso?
    Espero mas
    besos

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  8. jajaajajajajjaja aaay no pobre pitt!!
    Ojala y se de cuenta de que era Hera quien manejaba a lali!

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  9. Jjajajajajajajaja pobrectio!!! Aunque ya quiero que cambie de opinion con respecto a su venganza @LuciaVega14

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Gracias por leer. Espero tu comentario :)