Capítulo 54:

— Bueno —comenzó a decir Candela una vez que Ben hubo desaparecido entre el gentío—, amigo mío, has logrado lo imposible. Acabas de dejar impresionado a uno de los investigadores de la Antigua Grecia más importantes de este país.
Peter  no pareció impresionarse demasiado, pero Lali  sí lo hizo.

— Cande, ¿crees que es posible que Peter pueda trabajar como profesor en la facultad una vez acabemos con la maldición? Estaba pensando que pod…
— No, Lali —la interrumpió él.
— ¿Que no qué? Vas a necesitar…
— No voy a quedarme aquí.
La mirada fría y vacía que tenía en aquel momento era la misma con la que la había mirado la noche en que lo convocaron. Y a Lali  la partió en dos.
— ¿Qué quieres decir? —inquirió ella.
El desvió la mirada.
— Atenea me ha hecho una oferta para devolverme a casa. Una vez rompamos la maldición, me enviará de nuevo a Macedonia.
Lali se esforzó por seguir respirando.
— Entiendo —dijo, aunque se estaba muriendo por dentro—. Usarás mi cuerpo y después te irás. —Y siguió con un nudo en la garganta: — Al menos no tendré que pedir a Candela que me lleve a casa después.
Peter retrocedió como si lo hubiese abofeteado.
— ¿Qué quieres de mí, Lali? ¿Por qué ibas a querer que me quedara aquí?
Ella no conocía la respuesta. Lo único que sabía era que no quería que se marchara. Quería que se quedara.
Pero no en contra de su voluntad.
—Te voy a decir algo —le dijo. Comenzaba a enfadarse ante la idea de que él desapareciera—; no quiero que te quedes. De hecho, se me está ocurriendo una cosa, ¿qué tal si te vas a casa de Candela por unos días? —y entonces miró a su amiga—, ¿te importaría?
Candela abría y cerraba la boca como un pez luchando por respirar. Peter alargó un brazo hacia Lali.
— Lali…
— No me toques —le advirtió apartando su propio brazo—. Me das asco.
— ¡Lali! —exclamó Candela—. No puedo creer que tú…
— No importa —dijo Peter con voz fría y carente de emoción—. Al menos no me ha escupido a la cara con su último aliento.
Lo había herido. Lali  podía verlo en sus ojos; pero ella también se sentía muy herida. Terriblemente herida.
— Hasta luego —le dijo a Candela  y se marchó, dejando allí a Peter.
Candela dejó escapar el aire lentamente mientras observaba a Peter, que contemplaba cómo Lali se alejaba de ellos. Su cuerpo estaba totalmente rígido y tenía un tic en la mandíbula.
— Donde pone el ojo, pone la bala. Un golpe directo al corazón. Una herida en carne viva.
Peter  la dejó clavada con una mirada francamente hostil.
— Dime, Oráculo. ¿Cuáles deberían haber sido mis palabras?
Candela  barajó sus cartas.
— No lo sé —le contestó melancólicamente—. Imagino que no te habría ido tan mal si hubieses sido honesto.
Peter se frotó los ojos y se sentó en la silla, frente a Candela. No había tenido intención de herir a Lali.
Y jamás podría olvidar esa mirada, mientras le escupía las horribles palabras: «No me toques. Me das asco.»
Se esforzó por seguir respirando, aguantando la agonía. Las Parcas seguían burlándose de él.
Debían tener un día aburrido en el Olimpo.
— ¿Quieres que te lea las cartas? —le preguntó Candela, devolviéndolo al presente.
— Claro, ¿por qué no? —contestó. No iba a decirle nada que no supiera ya.
— ¿Qué quieres saber?
— ¿Alguna vez…? —se detuvo antes de formular la misma pregunta que hiciera, siglos atrás, al Oráculo de Delfos— ¿…conseguiré romper la maldición? —preguntó en voz baja.
Candela  barajó las cartas, y sacó tres de ella. Abrió unos ojos como platos.
Peter no necesitaba que las interpretara. Ya lo veía por sí mismo: una torre destrozada por un rayo, un corazón atravesado por tres espadas, y dos personas encadenadas y arrastradas por un demonio.
— No pasa nada —le dijo a Candela—. Jamás he pensado que pudiese salir bien.
— Eso no es lo que nos dicen las cartas —susurró—. Pero tienes toda una batalla por delante.
Peter  soltó una amarga carcajada.
— Manejo bien las batallas —era el dolor que sentía en el corazón lo que iba a acabar con él.


Continuara....

Ni idea si podré subir otro más hoy..... veo que onda! 
besos
Juli♥
@amorxca