— ¡Ven aquí, pedazo de…! —Peter dejó caer una retahíla de
maldiciones que hubiesen avergonzado hasta a un marinero.
Lali abrió unos ojos como platos. No estaba muy segura de qué le sorprendía
más: si el ataque de Peter al desconocido motero o el lenguaje que estaba
usando.
Como él no dejaba de darle puñetazos, el tipo empezó a defenderse; pero sus
habilidades en la lucha no se aproximaban, ni de lejos, a las de Peter.
Olvidando por completo a Candela, Lali echó a correr hacia ellos con el corazón
latiendo desbocado mientras intentaba pensar lo que hacer. No había manera de
interponerse entre los dos hombres, teniendo en cuenta que intentaban matarse
el uno al otro.
— ¡Peter, detente antes de que le hagas daño! —gritó la chica que les
acompañaba.
Lali se detuvo al escucharla, incapaz de moverse.
¿Cómo es que conocía a Peter?
La mujer daba vueltas alrededor de ambos, en un intento de ayudar al motero y
estorbar a Peter.
— Cielo, ten cuidado, va a… ¡Ay, eso ha debido doler! —la mujer se encogió en
un gesto de dolor, cuando Peter golpeó al tipo en la nariz—. ¡Peter, deja de
maltratarle de ese modo! Vas a hacer que se le hinche la nariz. ¡Uf, corazón,
agáchate!
El motero no se agachó y Peter le asestó un tremendo puñetazo en la barbilla,
que lo hizo tambalearse hacia atrás.
La mirada de Lali pasaba de Peter a la mujer con total incredulidad, anonadada.
¿Cómo era posible que se conociesen?
— ¡Eros, corazón! ¡No! —gritó la chica de nuevo, agitando las manos
frenéticamente delante de la cara.
Candela se acercó hasta Lali.
— ¿Éste es el Eros que Peter ha invocado? —le preguntó Lali.
Candela se encogió de hombros.
— Puede ser; pero jamás me habría imaginado a Cupido de motero.
— ¿Dónde está Príapo? —preguntó Peter a Eros, mientras le agarraba para
empujarle sobre la barandilla de madera, bajo la cual discurría el río.
— No lo sé —le contestó, forcejeando para apartar las manos de Peter de su
camiseta.
— No te atrevas a mentirme —gruñó Peter.
— ¡No lo sé!
Peter le sujetó con la fuerza que otorgan dos mil años de dolor y rabia. Las
manos le temblaban mientras le tiraba de la camiseta. Pero aún peores que el
deseo de matarle allí mismo, eran las implacables preguntas que resonaban en su
cabeza.
¿Por qué nadie había acudido antes a sus llamadas?
¿Por qué lo había traicionado Eros?
¿Por qué lo habían dejado solo para que sufriera?
— ¿Dónde está? —preguntó de nuevo Peter.
— Comiendo, eructando; ¡demonios! No lo sé. Hace una eternidad que no lo veo.
Peter lo apartó de la barandilla de un
tirón y lo soltó. Tenía la cara desencajada por la ira.
— Tengo que encontrarlo —dijo entre dientes—. Ahora.
En la mandíbula de Eros comenzó a palpitar un músculo mientras intentaba
alisarse las arrugas de la camiseta.
— Bueno, dándome una tunda no vas a llamar su atención.
— Entonces quizás deba matarte —le contestó Peter, acercándose de nuevo a él.
Súbitamente, los otros moteros reaccionaron para detenerlo.
Al acercarse a ellos, Eros se agachó para esquivar el puñetazo de Peter y se interpuso entre éste y sus amigos.
— Dejadle en paz, chicos —les dijo mientras agarraba al más cercano por el
brazo y lo empujaba hacia atrás—. No querréis luchar con él. Hacedme caso.
Podría sacaros el corazón y hacer que os lo comierais antes de que cayeseis
muertos al suelo.
Peter estudió a los hombres con una furiosa mirada que desafiaba a cualquiera
de ellos a acercarse. Lali sintió terror ante la ira reflejada en sus ojos. Una
ira letal que parecía confirmar las palabras de Eros.
— ¿Estás loco? —Preguntó el más alto observando incrédulo a Peter—. No creo que
sea capaz de tanto.
Eros se limpió la sangre del labio y sonrió débilmente al mirarse el dedo.
— Sí, bueno. Confiad en mí. Sus puños son como almádenas, y tiene la condenada
habilidad de moverse tan rápido que no podréis esquivarlo.
A pesar de sus polvorientos pantalones de cuero negro y la desgarrada camiseta,
Eros era increíblemente guapo y no parecía estar agotado, como el resto de sus
compañeros. Su apuesto rostro podría ser hermoso si no llevase una perilla
castaña rodeada de una barba de tres días, y el corte de pelo al estilo militar.
— Además, no es más que una pequeña riña familiar —continuó Eros, con un
extraño brillo en los ojos. Dio unas palmaditas a su amigo en el brazo y soltó
una carcajada—. Mi hermano pequeño siempre ha tenido un carácter desagradable.
Lali intercambió una atónita e incrédula
mirada con Candela, a la par que ambas se quedaban boquiabiertas por el
asombro.
— ¿He escuchado bien? —le preguntó a Candela—. No es posible que sea hermano de
Peter. ¿O sí?
— ¿Cómo quieres que lo sepa?
Peter le dijo algo a Eros en griego que hizo que los ojos de Candela se
abrieron como platos y que la sonrisa desapareciera del rostro del dios.
— Si no fueses mi hermano, te mataría por eso.
Los ojos de Peter lo fulminaron.
— Si no necesitase tu ayuda, ya estarías muerto.
En lugar de enfadarse, Eros se rió a carcajadas.
— No se te ocurra reírte —le advirtió con enfado la chica—. Es mejor que
recuerdes que es de las pocas personas capaz de cumplir esa amenaza.
Eros asintió y se giró para hablar con sus compañeros.
— Marchaos —les dijo—. Nos reuniremos con vosotros más tarde.
— ¿Estás seguro? —Preguntó el más alto de los cuatro, mirando con nerviosismo a
Peter- Podemos echarte una mano, si te hace falta.
— No, no pasa nada —dijo moviendo la mano despectivamente—. ¿No recordáis que
os dije que tenía que ver a alguien? Mi hermano está un poco cabreado conmigo,
pero se le pasará.
Lali se apartó para dejar pasar a los
moteros; todos se marcharon, con la excepción de la imponente mujer, que se
quedó allí de pie, observando cautelosamente a los dos hombres con los brazos
cruzados sobre el generoso pecho cubierto de cuero.
Totalmente ajeno a ella, a Candela y a la mujer, Eros caminó lentamente
alrededor de Peter, dibujando un círculo para poder examinarle atentamente.
— ¿Relacionándote con mortales? —le preguntó Peter, deslizando una mirada
igualmente fría y desdeñosa sobre Eros—. Vaya, Cupido… ¿es que se ha congelado
el Tártaro desde que me marché?
Eros hizo caso omiso de sus airadas palabras.
— ¡Joder, chico! —Exclamó incrédulo—. No has cambiado un ápice. Creía que eras
mortal.
— Se suponía que debía serlo pero… —y de nuevo comenzó a soltar improperios,
uno tras otro.
Los ojos de Eros comenzaron a brillar, amenazadores.
— Con una boca como ésa, deberías codearte con Ares. ¡Joder, hermanito!, no
sabía que pudieras conocer el significado de todo eso.
Peter volvió a agarrar a su hermano por
la camiseta, pero antes de poder hacer nada más, la mujer alzó el brazo e hizo
un extraño movimiento con la mano.
Peter se quedó inmóvil como una estatua. Por la expresión de su rostro, Lali
podía afirmar que no estaba muy contento.
— Déjame, Psique —gruñó.
Lali abrió la boca por la sorpresa. ¿Psique? ¿Sería posible?
— Sólo si prometes no volver a golpearlo —contestó ella—. Sé que no tenéis la
mejor de las relaciones, pero respeta el hecho de que me guste su cara tal y
como está, y que no soporte que le des un solo puñetazo más.
— Li-bé-ra-me —volvió a decir Peter, recalcando cada sílaba.
Continuara...
Hola bueno primero que nada se que dije a la tarde pasa que hoy me volvi a descomponer y fui al médico, posiblemente sea algo psicológico pero igual sigo sintiendome mal asique por eso ni ganas de ponerme a editar...
Se que el cap tal vez no es muy facil de entender y es un poco aburrido pero firmen y subo más asi llegamos a la parte mas interasante :D
Ya nos estamos acercando a los caps en donde dejaron de subirla y muchas quedaron con la novela a la mitad :)
Firmen y subo otro :)