Capítulo 29:

—¡Oh, Dios mío! ¡Es hermoso! —Eugenia aduló el anillo de diamantes, sin poder apartar los ojos de él. Tiró de la mano de Lali hasta el otro lado del mostrador para tener la piedra brillante cerca de sus ojos.

Por suerte, estaba cerca la hora de cierre y no había clientes en la tienda, ya que Lali no quería llamar la atención del gran diamante en su dedo. Era la tarde libre de Lisa, así que gracias a Dios su asistente no había visto el anillo todavía.

Conociéndola, ella hubiera querido escuchar cada detalle de ello.

Lali no podía creer lo que había sucedido. Mirar el anillo cada cinco segundos, la traía de vuelta a la realidad. Peter realmente le había pedido que se casara con él. Y le había dicho que la amaba, y se había sentido tan bien. Por unos momentos, todo en su vida había sido perfecto. Pero Peter todavía no podía recordar nada de su vida anterior. No podía engañarlo de esa manera. La aceptación de su propuesta había sido una reacción instintiva, pero ahora que reflexionaba sobre toda la situación, reconoció que no había manera de que en realidad pudiera seguir por ese camino. Tenía que detenerlo.

—No puedo creer que él se haya convertido en un romántico—. Eugenia estaba fuera de sí. Su amiga rodeó la barra de venta y la acercó en un exuberante abrazo. —Estoy tan feliz por ti.

Lali apretó a Eugenia con fuerza antes de que la soltara. —No puedo quedarme con el anillo.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No puedo casarme con él, no en estas circunstancias. Esto ha ido demasiado lejos. Se merece saber la verdad—. A pesar de que temía las consecuencias, era la única solución a la situación a la que los había expuesto. Lo perdería, pero ya no podía vivir en la mentira.

—¿Estás loca? ¿Finalmente lo tienes donde lo querías y ahora vas a tirarlo todo?—Eugenia cruzó los brazos. —No voy a dejar que lo hagas.

Como si fuera tan fácil. —No puedes decir nada sobre esto. Tengo que hacer lo que mi conciencia me diga—. Sin embargo, al mismo tiempo tenía miedo. Peter se pondría furioso con ella. Y entonces estaría sola otra vez. No habría nadie para cocinar una cena romántica para ella o llevarla a un día de campo placentero.

Nadie la llamaría dos veces al día sólo para saludarla y ver qué cómo le estaba yendo su día. Y nadie la bañaría con ardientes besos y la tocaría con sus manos pecaminosas.

Ella suspiró profundamente.

—Él se ha enamorado de ti desde que perdió su memoria. Digamos que su amnesia es permanente. ¿Está dentro de ti romperle el corazón por dejarlo ahora?

Contempló las palabras de Eugenia. ¿Dañaría a Peter si le decía la verdad ahora? Lo último que quería era hacerle daño o apartarse de él. Durante la semana pasada, había visto un gran cambio en él. Había visto nacer a un hombre que se preocupaba por ella y por los demás, un hombre del que podía depender. Decirle la verdad sobre su pasado, destruiría el progreso que había hecho en su relación.

Maldición, todo lo que tenían era una relación temporal construida enteramente en la mentira. ¿Podría algo así siquiera llamarse una relación?

—No quiero hacerlo, pero él tiene que saber la verdad. Será su elección lo que haga después. Pero por lo menos podrá hacer una elección adecuada—. Se estremeció al pensar en lo que él elegiría: Dejarla.

Eugenia meneó la cabeza con incredulidad. —De verdad vas a hacer esto, ¿no?

Lali sintió su voz trabarse con lágrimas no derramadas. Lo que iba a hacer le dolía. —Él ha cambiado. Si él todavía fuera frío, sin corazón como lo era antes, no lo pensaría dos veces antes de mentirle, pero la persona que es ahora... no puedo seguir mintiéndole a esa persona—. Ella no podría vivir con eso, si lo hacía. El nuevo Peter no merecía ser castigado de esa manera. Se merecía la verdad.

—¿Estás preparada para perderlo?

Las palabras cortaron su corazón por la mitad. Y lo que dijo después, hizo que tirara las dos mitades en una licuadora y accionara el interruptor. —Él nunca fue mío, para empezar—. Ella simplemente había tomado en los últimos días, una vida que no era la suya. Ya era hora de regresar a su propia realidad, a una vida sin Peter.—Algunas cosas simplemente no están destinadas a ser—. Lali quiso quitarse el anillo de su dedo, pero Eugenia se lo impidió.

—Tal vez hay otra manera.

Una mirada hacia Eugenia le dijo que la sugerencia de su amiga, no implicaba jugar según las reglas. Lali entrecerró los ojos. —No dejaré un engaño sólo para reemplazarlo con otro nuevo.

—No es un engaño. Más bien es como una seducción—. Eugenia le ofreció la idea con el tipo de sonrisa que Lali se imaginaba a Eva haberle dado a Adán cuando lo tentó a probar la manzana.

—¿Qué? ¿Quieres que lo seduzca? ¿Y a dónde me llevará eso? —Aparte de lanzarla más profundo en el infierno para pagar por sus pecados.

—A su cama para empezar.

Lali dejó escapar un suspiro. —Ya he hecho eso. No cambiará nada—. Sólo haría que su corazón le doliera aún más. Tener una noche más con él, sólo retrasaría lo inevitable.

—No estoy de acuerdo. Será diferente esta vez.

—¿Cómo puede ser diferente?— A veces tenía dificultades para seguir la forma de pensar de su amiga.

—Esta vez él está enamorado de ti. ¡Solo tienes que seducirlo, y justo cuando él esté cerca de diez segundos de sacarte la ropa, le dices la verdad!—

Eugenia hizo hincapié a las palabras de su plan con un movimiento de sus brazos como si descubriera una estatua en vez de guiarla a Lali más lejos en el camino que quería con tanta desesperación dejar.

—¡No puedes hablar en serio!

—Todo es cuestión de tiempo. Mientras él no pueda pensar con claridad porque estará a un momento de cogerte, tú te lanzas y le dices que le mentiste.

—¿Lanzarme?— Sonaba como una tigresa cazando y, definitivamente, no como algo que ni remotamente podría ser capaz de hacer, aun cuando así lo quisiera.

Eugenia asintió con vehemencia. —Estará tan ansioso por seguir adelante con las cosas, que dirá un: “bueno, lo que sea, amor.”

—Estás segura. Absolutamente, cien por ciento segura.

Eugenia se encogió de hombros. —¿Así que lo harás?

Continuara...